El alma de la materia
(Tiempo estimado de lectura: 13 minutos)La ciencia de vanguardia y las sabidurías tradicionales coinciden en que toda la realidad está dotada de alguna forma de conciencia. La teoría ‘panpsiquista’ puede ayudar a que el ser humano se relacione de una forma más respetuosa con el entorno.
TEXTO MANUEL NÚÑEZ Y CLAUDINA NAVARRO
Todas las cosas, desde las rocas a los árboles, pasando por los insectos o los océanos, sienten y se relacionan entre sí de alguna manera. Dicho de otra forma, poseen un tipo de conciencia. No es una loca idea nueva. Expresada de una manera u otra, ha aparecido en muchas culturas a lo largo de los tiempos, pero la visión científica del mundo la ha relegado, en el mejor de los casos, a la categoría de opinión sin demostrar. En el peor, se la tacha de irracionalidad, pensamiento mágico o pseudorreligioso. Sin embargo, actualmente existen cada vez más personas con formación científica que están dispuestas a defender donde haga falta que la conciencia no es un don exclusivo del ser humano. No es un producto del cerebro, sino una cualidad que penetra todas las cosas que existen. El pensamiento convencional dice que sólo los seres humanos tienen conciencia porque sólo ellos poseen lenguaje, pensamiento racional y, sobre todo, un punto de vista en primera persona, un “yo”. Un biólogo o un neurólogo añadirán que todo esto es producto del elevado grado de complejidad del cerebro humano. Pero no es tan fácil. Los animales tienen una experiencia del mundo exterior, vida social, emociones y formas de comunicación. Por otra parte, es lógico pensar que si el cerebro humano es un producto de la evolución, la conciencia que le caracteriza no ha aparecido de pronto, sino que es una modificación de formas anteriores. Si acaso, se puede afirmar que existe una forma humana de conciencia y que cada animal tiene la suya. Una vez derribada la frontera entre el animal humano y los no humanos, cabe preguntarse si la conciencia se extiende a los vegetales, los minerales y los átomos, porque ¿cuál es su base material?
Está en todas partes
Los científicos han realizado enormes descubrimientos sobre el funcionamiento del mundo exterior, desde el mundo de las partículas subatómicas a las estrellas. Pero la conciencia que hace posible esos conocimientos es un misterio completo para sí misma. No hay ninguna certeza sobre sus vínculos con la materia (o la energía física, hablando con mayor propiedad científica).
Existen hipótesis. Para Stephen Deiss, filósofo, psicólogo, informático y estudioso de la conciencia, ésta no aparece en los animales especialmente evolucionados sino que “es una cualidad de la materia, de la misma manera que lo son la masa y la carga eléctrica”. Richard de Quincey, profesor de Filosofía y de Estudios sobre la Conciencia en la Universidad John F. Kennedy (Estados Unidos), se afilia al linaje secular de quienes creen que la materia y la conciencia o su germen siempre van juntas. La idea de que la conciencia se halla en todas partes ha recibido en filosofía el nombre de panpsiquismo o panexperiencialismo.
Afirmar que un árbol o una piedra poseen algún tipo de mente es suficiente para caer en el ridículo, sobre todo si se frecuentan los círculos académicos. Sin embargo, es algo que hubieran sostenido un amplio número de los pensadores más reconocidos a lo largo de la historia occidental, desde la antigua Grecia hasta hoy mismo. David Skrbina ha seguido las huellas del panpsiquismo y ha elaborado una larga lista donde aparecen nombres como Tales de Mileto, Anaxímenes, Parménides, Heráclito, Anaxágoras, Empedocles, Platón, Aristóteles, Epicuro, Spinoza, Newton o Leibniz. Todos ellos, junto con un buen número de científicos modernos, creen que la conciencia se halla de alguna manera en cada punto del Universo.
Para Deiss, resulta evidente que desde las partículas elementales a los animales o las galaxias, todo tiende a organizarse en sistemas cuyas partes se relacionan a partir de su propia experiencia y actividad. En la naturaleza no existen los agentes pasivos, todo es activo. Y donde hay experiencia y actividad hay alguna forma de conciencia. En algún rincón del átomo se refugia lo que el filósofo Ken Wilber ha llamado “interioridad” y que a lo largo de la historia de la filosofía ha recibido otros nombres, como “lugar de la experiencia”, “capacidad de punto de vista subjetivo” o “inteligencia autoorganizadora”.
Experiencia es conciencia
Los autores que se alinean con las teorías panpsiquistas sostienen que la materia posee sensibilidad y alguna forma de conciencia. Para el matemático y filósofo Alfred North Whitehead (1861-1947), inspirador de muchos panspsiquistas actuales, todo lo que existe tiene una experiencia de lo que le rodea. Al reunirse los elementos fundamentales, se forman entes complejos –una planta, un animal– con una manera propia de experimentar la realidad y que en el ser humano se llama conciencia. Puede entenderse que el Universo entero es un todo orgánico, un ser, cuyas partes están profundamente interrelacionadas. Hay quien llama Dios a la conciencia del todo.
Los límites de la ciencia
¿Existe alguna prueba física, objetiva, de la presencia de conciencia en los seres vivos o en los objetos inanimados? Como reconocen los científicos más humildes, sabemos muy poco sobre las estructuras básicas de la materia. Por ejemplo, ni siquiera conocemos cómo se ordenan espacialmente los átomos de oxígeno e hidrógeno en la molécula del agua para que el resultado sea una sustancia líquida. Aún es un misterio. La existencia de un buen número de partículas subatómicas que tienen nombre y propiedades científicamente determinadas se supone a partir de cálculos matemáticos, aunque no se han podido observar experimentalmente. Por el momento no existe ningún proyecto en marcha que pretenda hallar la partícula de la conciencia. Descubrir a través de la observación de la materia los secretos de la conciencia puede ser un reto que se halle más allá de las posibilidades actuales y futuras de la ciencia. No obstante, se han elaborado hipótesis que reservan un lugar para la mente en los rincones más íntimos de la materia. El modelo holográfico de David Bohm y Karl Pribram propone, por ejemplo, que cada punto del Universo está conectado con todos los demás, de manera que todas las conciencias pueden estar también interconectadas.
Otros teóricos especulan con la posibilidad de que el espacio vacío entre las partículas elementales, donde la energía se concentra al máximo, sea el pasaje de comunicación entre todos los puntos del Universo, constituyendo el hogar de la conciencia.
Sabidurías tradicionales
Quizá sea imposible describir la conciencia con las actuales herramientas de la Física, la Biología o la Psicología. Casey Blood, profesor de Física en Universidad Rutgers (Estados Unidos) y estudioso de las tradiciones místicas, sostiene que la física cuántica excluye la posibilidad de que el cerebro sea capaz de hacerse una imagen de la realidad por ningún medio conocido a día de hoy. Por tanto, para Blood, es necesaria la existencia de un alma que percibe por medios no físicos, independientemente del cerebro, y que emplea este órgano de alguna manera. Para Blood, está justificado recurrir a otras formas de conocimiento cuando el método científico no puede proporcionar las respuestas adecuadas.
La experiencia mística es la prueba más directa de la existencia del alma en la materia. Quienes la han vivido saben que el Amor lo explica todo y se halla en todas partes, pero quizá no lo digan exactamente con estas palabras. Pueden hablar de Dios, Conciencia Cósmica, Espíritu, Luz, Energía… pero se trata de la idea central de todos los grandes sistemas religiosos. Los discursos más interesantes al respecto aparecen a menudo en las vertientes esotéricas –para iniciados, entendidos– de las religiones establecidas.
En la tradición cristina, la filosofía heredada de Platón da forma al concepto del Ánima Mundi que permea el cosmos y la materia de la misma manera que el alma habita el cuerpo humano. Esta idea se puede entender como el germen de Gaia o teoría de que la Tierra es un ser vivo.
Según la tradición budista Dzogchen, no existe nada que no se pueda calificar de sintiente. En el Libro Tibetano de la Gran Liberación se dice “la Mente Única, como Realidad, es el Corazón que late por siempre, impulsando la corriente de sangre purificada de la existencia, tomándola luego de nuevo; la Gran Respiración, el Inescrutable Brahman, el Eterno Misterio Desvelado de los Misterios de la Antigüedad, el Objetivo de todas las peregrinaciones, el Fin de la Existencia”.
Según algunas escuelas hinduistas, Krishna dice a Arjuna “sostengo el Universo entero mediante una pequeña parte de mi poder divino”. En el Vedasara Shivastotram se lee “es de ti que este Universo de formas emerge y en ti permanece. Y es en ti donde finalmente desaparece”.
En el Islam, a partir de santos, pensadores y poetas como Ibn Arabi, las escuelas sufís han desarrollado conceptos como la Unidad de Todas las Cosas.
La cábala judía de Isaac Luria enuncia la doctrina del Tzimtzum, según la cual, en la Creación continúa fluyendo la “luz de Dios”.
Para el taoísmo, el Tao infinito e intemporal es el misterio que une y sostiene todas las cosas.
Los místicos coinciden con los actuales psicólogos transpersonales en que la percepción de las dimensiones espirituales puede alcanzarse mediante la intuición y el desarrollo de la conciencia. El silencio, la ascesis, las técnicas de meditación y respiración, la música o el consumo de plantas enteógenas son recursos auxiliares para el mismo fin.
La filosofía y la psicología modernas han calificado la razón y la lógica como características esenciales de la conciencia humana, a costa de su capacidad para la mística, la creatividad y la metáfora. Lo que se ha llamado despectivamente “pensamiento mágico” o “salvaje” se corresponde seguramente con estados de conciencia que trascienden al individuo y que permiten la comunicación con las conciencias no humanas.
Cambio de actitud
Ya sea por caminos científicos, filosóficos o espirituales, asumir la idea de que la materia está dotada de conciencia puede contribuir a que el ser humano cambie su manera de enfrentarse a la existencia. No es lo mismo vivir rodeado de una naturaleza muerta, pasiva o inconsciente que formando parte de una realidad sintiente e inteligente. En el primer caso, un abismo separa al ser humano de su entorno y por eso se siente autorizado a utilizarlo sin limitaciones. En cambio, en el segundo caso, está abierto a descubrir y maravillarse con todo lo que le rodea por lo que se siente inclinado a mostrar mayor respeto.
Según De Quincey, la visión moderna del mundo se basa en la actitud de la ciencia hacia el fenómeno de la conciencia y su relación con la materia. Es la causa de que la naturaleza carezca de valor intrínsico y de que por tanto sea maltratada sin piedad. La negación de la conciencia al resto de seres y cosas causa una fragmentación que afecta a la relación entre personas y colectividades, a la educación y al sistema legal: quien no tiene conciencia no tiene derechos.
De la misma opinión es la ecofilósofa australiana Freya Mathews, quien describe la situación actual de crisis global –cambio climático, extinción de especies, agotamiento de bienes naturales, contaminación, guerras y miseria– como un síntoma de la profunda desorientación de la conciencia y la cultura humanas.
El objetivo de De Quincey, Mathews y otros defensores del panpsiquismo es que la filosofía y la ciencia actuales recuperen la comunicación con el resto de seres vivos y las cosas porque servirá para vivir de una manera más plena, respetuosa y armónica.
Un cambio en el paradigma científico que reconociera algún nivel de conciencia en la materia nos vincularía estrechamente con el entorno y contribuiría a la modificación de los comportamientos y los valores. Hace falta mirar lo material con ojos nuevos: no se trata de algo inerte, sino algo donde palpita lo que consideramos más preciado de nosotros mismos.
No obstante, Mathews advierte contra el riesgo de entregarse a un nuevo y absurdo animismo. En su opinión, en ningún caso se trata de adorar al Universo, a Gaia, a los animales o a las piedras preciosas como si dirigieran nuestros destinos. “La comunicación con el mundo es un fin en sí mismo, como una de las experiencias bellas de la vida, más que como un medio para obtener seguridad o suerte”, escribe en su libro For Love of Matter.
Relación entre mente y cuerpo
El deseo de obtener beneficio personal inmediato de los hallazgos que realiza forma parte de la naturaleza humana. Algunas de las ideas que sostienen los panpsiquistas son tentadoras desde el punto de vista de la medicina, por ejemplo. ¿No podemos utilizar las vías de comunicación entre el cerebro y el cuerpo para recuperar la salud? La física cuántica y la hipótesis holográfica se han mencionado como posibles explicaciones de la eficacia de terapias alternativas como la acupuntura, la visualización guiada o la homeopatía. Pero, sobre todo, el paradigma de la conciencia más allá del cerebro sirve para compensar las deficiencias de la medicina convencional, que trata el cuerpo como una máquina desconectada de la persona. Deepak Chopra, neurólogo y experto en medicina tradicional de la India, explica que el organismo está dotado de una inteligencia que puede movilizar la curación y que nos podemos comunicar con ella a través de las emociones, las visualizaciones y los sentidos (sonidos, caricias, imágenes, colores, gustos, olores…). Percibir el propio cuerpo y cada una de sus partes como entes conscientes con los que podemos comunicarnos –no con palabras, sino con sensaciones, actitudes, atenciones…– sin duda puede servir para desplegar nuevas estrategias con las que conquistar mayores cuotas de bienestar y plenitud.
Algunos autores sugieren que incluso se puede alcanzar la inmortalidad: según el anestesiólogo Stuart Hameroff, no es científicamente imposible que los patrones de información que se activan a nivel cuántico y que se corresponden con la conciencia puedan trasladarse a otro lugar después de la muerte del cuerpo. Su destino podría ser, a lo mejor, un embrión humano.
Ampliar la mirada desde el propio cuerpo a las estrellas, hasta sentir la presencia de la infinitud de Conciencia que nos acompaña siempre –nunca estamos a solas– puede hacer increíblemente más profunda y satisfactoria la aventura de la vida.
Más información en Integral Práctica
ABRIRSE A LA NATURALEZA
La ecofilósofa australiana Freya Mathews propone enamorarse de la naturaleza para recuperar el contacto con la conciencia que se halla más allá de uno mismo.
Significado del amor
La experiencia humana del amor hace que la mente individual se vuelva permeable a las demás conciencias. En las relaciones personales, se siente la fusión con el otro. La misma experiencia puede vivirse con los seres vivos, los espacios naturales y el Universo entero, como han asegurado los místicos de todos los tiempos.
Contacto más estrecho
El roce hace el cariño. Aumentando el tiempo que pasamos en medios naturales, podemos cultivar nuestra habilidad para captar las conciencias no humanas. Es importante la actitud. Ante una planta, un animal o una roca, podemos preguntarnos –poniéndonos en su lugar– cuál puede ser su historia, de dónde viene y a dónde va, qué necesita para existir, qué peligros le acechan o cuáles son sus placeres. ¿Qué nos sugieren las formas, los colores, los sonidos? Debemos buscar las respuestas no sólo con la razón, sino a través de la emoción, la intuición y la empatía.
Los rituales y las artes
El objetivo no es saber sobre la naturaleza, sino relacionarse con ella, sentirla y gozarla. Los seres humanos han vivido siempre estas experiencias creando rituales y celebraciones estacionales, así como obras de arte (sobre todo, poemas, canciones y danzas). Además de razón y lógica, la conciencia humana tiene capacidad para comunicarse a través de la metáfora y las emociones.
Ahora y aquí
Para el hombre moderno no se trata de recuperar antiguas o exóticas prácticas que ya no son suyas, sino de crear las propias. Tampoco conviene soñar un mundo utópico y demasiado humano. En el día a día, incluso en la ciudad, surgen oportunidades de ayudar a la naturaleza –por ejemplo, colaborando en la recuperación de especies y ecosistemas– y de celebrar su vitalidad y belleza.
Un cambio en marcha
Enamorarse de la naturaleza puede provocar profundos cambios en la mente y el comportamiento. Es el camino más eficaz para corregir los efectos negativos sobre la sociedad y el planeta de una cultura que ha estado alejada de la realidad.
LA INTELIGENCIA, EN LA BASE DE LA VIDA
En una gota de agua de lago, observada bajo el microscopio, se observan seres vivos unicelulares que demuestran inteligencia en su comportamiento: se mueven, se relacionan, buscan comida, evitan peligros y se reproducen.
Nicholas humphrey, autor de Una historia de la mente, cree que con el primer ser unicelular que apareció sobre la Tierra surgió también la diferencia entre “yo” y “lo otro“. La conciencia estaba ya allí. Lo que es resultado de la evolución biológica es la mente humana.
LA SELECCIÓN NATURAL no es el único agente que moldea la vida. Las propiedades inherentes al espacio-tiempo geométrico –donde se halla la conciencia o protoconciencia– en la escala cuántica determinan los patrones de crecimiento y las soluciones que inventa la naturaleza. La belleza es uno de los síntomas de la acción de la conciencia.
LA libertad de cada sujeto existente –desde un paramecio a un ser humano, de un electrón a una galaxia– parece formar parte del plan de la vida. No existen leyes físicas ni biológicas ni entes espirituales que condicionen absolutamente los procesos en marcha.
LA TRAMA OCULTA DE LA REALIDAD
El anestesiólogo Stuart Hameroff organiza cada dos años los encuentros Hacia una Ciencia de la Conciencia en la Universidad de Arizona (Estados Unidos). Junto con el físico y matemático Roger Penrose, ha elaborado la teoría científica más audaz sobre la conciencia.
Microtúbulos. Hameroff y Penrose proponen que en unas estructuras proteínicas denominadas microtúbulos, que se hallan en las células de todos los seres vivos y de manera más abundante en las neuronas, tienen lugar estados cuánticos –colapsos– que guardan relación con la autoconciencia humana.
Calidades de conciencia. Los colapsos cuánticos en los microtúbulos, que son instantes de conciencia, suceden con diferentes intensidades y frecuencias (normalmente, 40 veces por segundo).
Espiritualidad. La actividad cuántica en los microtúbulos tiene lugar en la geometría del espacio-tiempo, la trama básica de la realidad a la que son iherentes las cualidades platónicas de belleza, bien y verdad, lo que explica el maravilloso desarrollo de los sistemas físicos y biológicos. Para Hameroff, esta trama puede llamarse Dios, Brahma, Espíritu, Unidad, Conciencia o como se desee…
Artículo en Integral 371
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