Tito La Rosa, El músico que amaestra a la planta
(Tiempo estimado de lectura: 8 minutos)Los cantos de los chamanes en las ‘mareaciones’ de la ayahuasca podrían definirse dentro de la teoría de caos. En el 2003 un músico, Tito La Rosa, se atrevió a experimentar con ellos, con los llamados icaros, y el resultado fueron sonidos de fuego, hielo, cerro y hierro sin miedo. Quienes han participado de una sesión con la planta maestra saben que esos rezos, invocaciones y canciones animales pueden brindarte una patente de monstruo a través de los infiernos, llevarte a una cita a ciegas con Dios o a una misa de tu cuerpo presente bajo la lluvia.
La “armonía” en Occidente se entiende como el arte de formar y enlazar sonidos simultáneos y superpuestos pero acordes, con una intención estética superior. Por armonía también entendemos la equilibrada proporción y correspondencia del todo con sus partes y viceversa (por esto es sinónima de integridad, unanimidad y paz; en lo político, social y económico, armonía es utopía).
Desde la gestación y ebullición de su disco “Iqaro, canto shamánico” no existe nadie mejor en este mundo de apariencias que el músico Tito La Rosa para saber y dar a conocer que los icaros de la ayahuasca integran aquellas dos definiciones, “que pueden salvar a la humanidad, con sus poderes sanadores”. Tito grabó la música de la ayahuasca en el reloj despertador de su corazón. Y luego en la selva blanca de un disco que suena como una bomba de espacio y tiempo.
¿Profano de esta planta o elegido por ella misma? La ayahuasca era un oráculo para él. La Rosa lo descubrió en 1994. La contadora de historiasCucha del Aguila quería poner en escena una obra que comprendiera relatos de la Amazonía y le propuso explorar los cantos tradicionales de la selva.
Es así como, queriendo querer, el músico viaja a Tarapoto y se introduce en las ceremonias con la planta madre. Su primera vez con ella fue desconcertante y concertante a la vez: “Tuve un vacío, casi una muerte, pero el canto del chamán me salvó, actuó a niveles muy profundos, físicos, espirituales, psicológicos… y transformó mi música. Fue un antes y un después de conocer la planta”.
Hasta ese momento, La Rosa era un intérprete de música andina, pues él nació en Carhuaz y se crio en el Callejón de Huaylas (a través de la ayahuasca ha descubierto que su bisabuela desciende de los incas, por ejemplo).
Tocaba su quena, su charango. Pero esa experiencia con el desopilante mundo acústico de la planta lo abrió de un jirón a la creación. “Le perdí el miedo a crear, la planta me dijo que tenía que vaciar todo lo que tenía adentro para volver a llenarlo y así aprendí la virtud del silencio como principio creador”. Y vinieron sus discos: “Ritual y Canto” y “Cuento en el antiguo Perú”.Musicalizó decenas de cortometrajes y documentales. Fue invitado por el músico japonés Kitaro para participar en su álbum Thinking of you, que ganó el Grammy en el 2000. Con él tocó en un templo shintoísta del Japón. Y su carrera se despabiló. Realizó conciertos en el Open Center de Nueva York, en San Francisco, Atlanta, Colorado, Nuevo México. Su disco “Profecía del águila y el cóndor”, grabado en Estados Unidos, estuvo nominado como mejor álbum de música del mundo al premio NAMA (Native American Music Awards).
En el 2002 Tito realizó un concierto de reivindicación del Taki Ongoy: la resistencia cultural incaica del siglo XVI que, utilizando danzas y cantos, llegaba a estados superiores de conciencia para invocar a sus divinidades. Y otro por la inauguración del Museo del Señor de Sipán, donde investigó como pocos la estructura musical de las culturas prehispánicas (“estamos al mismo nivel de los ritmos tibetanos o de la India”) y ofreció un espectáculo sublime.
Además tiene la más amplia colección personal de flautas, sobre todo del antiguo Perú, que utiliza en todos sus conciertos: más de 200 ocarinas con formas de animales, estrómbolos o trompetas de caracol, pututos, huajarapucus ayacuchanos o cuernos de toro, antaras de la cultura Nasca, huacos silbadores chimúes.
Todo este frenesí musical lo ha logrado gracias a la ayahuasca. Ahora le retribuye haciendo arte con ella. Y parece que la planta madre lo está dejando hacer.
Los cantos de los chamanes tienen ecos susurrantes, sus propios toques de diana y de cisne, sus gárgaras de lava y escaleras de caracol. Los poetas simbolistas hablaban de sinestesias para referirse a palabras que huelen, sabores que arañan. Tito La Rosa se convirtió en un fauno dionisíaco cuando descubrió la sinestesia de la ayahuasca: “Comencé a ver los sonidos, a identificarlos por colores, a sentir que mi cuerpo era un templo de sonidos y a su vez de colores y a descubrir que cada persona tiene su propio sonido interno, su color de adentro”. Fueron más de ocho años de exploraciones, con “cientos de sesiones”.
Pero empezó a ser brutalmente feliz cuando los maestros le fueron permitiendo acompañarlos con instrumentos. “Cuando vuelvo al plano cotidiano no recuerdo las melodías, pero no importa, porque se me quedan en los huesos”. Así fue descubriendo que existían objetos musicales tan andinos como ayahuasqueros. “La antara de plumas de cóndor te remite al Hanan Pacha, el mundo de arriba, el mundo de las constelaciones, de los sueños, de los astros. La vasija silbadora te incorpora adentro a tu Ucchu Pacha. La flauta del amor es muy buena para trabajar todo lo que es afectividad. Las quenas de hueso te llevan a otros universos. Pero cualquier instrumento no puede entrar y tampoco todo puede convertirse en un recital”.
Esta empatía de sus instrumentos con la música lo llevó al proyecto de “Iqaro, canto shamánico” hace cuatro años, que por momentos fueron tortuosos. En la realidad real, La Rosa quiso llevar las posibilidades rítmicas de los icaros hasta las últimas semicorcheas ¿Cómo hacerlo? Pepe Chiriboga, el percusionista del disco, tuvo una idea alucinógena: convertir su estudio musical en un espacio sagrado. Colgó los micrófonos de los techos con hilos como si fueran juncos, lianas y bejucos selváticos. Trajo arena, plantas, manantiales artificiales, hizo una jungla. Hasta las máquinas parecían tener las hormonas calientes. Cuando sintieron que podían ver el icaro (y es más, que este los hipnotizaba), pararon en un estado -o tiro- de gracia.
Lo que vino después fue el trabajo de mezclas. Se procesaron sonidos tan disímiles que solo podían armonizar en las lunas vírgenes de la mente de La Rosa.
“Fue un diálogo. Yo introduje mis instrumentos andinos. Si el curandero estaba entonando un canto de nacimiento, utilizaba las vasijas silbadoras, porque tienen esa relación de la tierra con el agua que hace nacer el sonido sin necesidad de soplo del hombre, y las quenas de hueso, que son profundas y sensibles. Para los cantos de limpieza puse antaras de plumas que en la cosmovisión andina eran instrumentos de purificación”. Y siguieron más atrevimientos, ‘Tavo’ Castillo, el ex tecladista de Frágil, hizo de fluyera un sintetizador. Pepe Chiriboga incorporó tablas hindúes y el udú, que es un tambor de cerámica que suena con aire. Y la descendiente japonesa Pauchi Sasaki le dio al violín. Pura heterodoxia, que tuvo siempre como eje terrestre a los icaros.
¿Y el aspecto curativo de la ayahuasca y de sus cantos también han podido quedar registrados en tu disco? La Rosa responde al compás con paz: “La planta me abrió el camino para trabajar la música como un aspecto sanador, porque es curativa, puede transformar a las personas y me atrevo a decir que puede ser la salvación del mundo”.
La voz de la ayahuasca es maternal, distinta a los icaros porque solo podría ser registrada si existieran grabadoras para el alma. Pero es complementaria a ellos, porque aporta sus decibeles afinados de amor y sabiduría. Esta voz le ha confesado a Tito que está contenta con su disco. Y él vive con ella un terapéutico y armonioso complejo de Edipo.
Años después Tito produjo otro disco: “Ayawaska. Viaje de curación”. El año pasado lo vi en la inauguración del nuevo museo de Chavín, cerca de donde tiene una casa con un guardián ad honorem: el Huascarán. Y en diciembre pasado fui a la municipalidad de San Isidro, donde presentó otro disco: “Ayawaska, la otra orilla”, junto al maestro curandero Herbert Quintero. Y el concierto fue una clínica lírica, íntima, sísmica…
Este es un fragmento de un poema sobre la planta madre de César Calvoque escribió un libro sobre ella: “Las tres mitades de Ino Moxo”- y que narra Cucha del Águila en los discos de Tito. Para mí es la mejor definición sobre Ella:
El Ayawaskha no es placer fugitivo,
ventura o aventura sin semilla.
El Ayawaskha es una puerta,
pero no para huir, sino para entrar
en éstas y otras naturalezas.
Para recorrer las provincias de la noche
que no tienen distancia, inabarcables.
La luz del Ayawaskha no explica,
no revela misterios.
El Ayawaskha riega la tierra desconocida
y ésa es su manera de alumbrar.
Y cuando se le llama
con urgencia y con respeto,
el Ayawaskha es el costado
de un cuchillo de piedra.
Y es punta de la primera flecha
De la última costilla.
Separa el cuerpo de su ánima.
Si un ánima está enferma,
la divorcia de su materia dura,
niega el contagio, lo empala.
El Ayawaskha enseña el origen
y la ubicación del mal.
Y dice con qué cantos,
con qué icaros espantarlo.
Y si el cuerpo está enfermo, igual.
Lo separa de su ánima
para que no la pudra.
Enseña también las raíces
que mantienen al cuerpo espiritual
del ánima material
distantes, separados,
hasta que la carne resucita
en el preciso corazón de su salud.
Y eso que parece ser nada,
lo es todo.
Hay dones, hay poderes,
hay mandatos,
hay raíces y jugos de raíces.
Cortezas precisas para esto y aquello.
Ciertos tipos de lluvia que se beben
y también ciertas piedras.
Cómo y cuándo utilizarlos
y prepararlos,
eso es lo que sabe el Ayawaskha.
Y eso lo transfiere
si así lo considera,
si el cuerpo y el ánima lo merecen.
Cuando se sabe llamar al Ayawaskha
Con urgencia y con respeto,
no hay error, no hay milagro,
ni antes ni después del Ayawaskha.
Hay lo que merecemos conocer,
lo que merecemos ignorar.
Todo es merecimiento.
Cuando se sabe llamar al Ayawaskha
es fácil todo imposible.
Porque hasta la ceniza
se vuelve agua
cuando un sediento la besa.
¿Y ustedes que opinan de la música de Ella? Respondan escuchando a Tito:
Fuente: http://blogs.elcomercio.pe/unicorniosydragones
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Comentarios (3)
Quisiera saber en donde puedo escuchar a Tito la rosa yo estoy viajando a huaraz en diciembre
Saludos
Ahí donde existió la montaña sagrada, hubo un bálsamo que dio su salvación a los hombres. Tomamos su liana para dar un salto a nuestro interior, bosque de insectos y soldaditos de madera, donde los relojeros trabajan arduamente para reparar las antenas y las patas quebradas de los grillos. De mi boca brota el ala de una libélula, cola azul, que pende de un hilo de plata, atado a los dedos de un niño.
Un Ícaro surge del árbol dormido, donde el bosque silva para sanar las almas. Es la belleza, su color tornasol radiante, como ese hijo que viene en camino. Vuelco los ojos, me lanzo desde la lágrima infinita que soy. Mira bien, las flautas caen del cielo, para elevarnos adentro del anillo de la mariposa púrpura.
Ahora retumban los tambores de la muerte. Somos el purgatorio, la caja de música, los sonidos y las tuercas. No hay escapatoria más que la luz y las ráfagas fluorescentes con su risa aceitada. Merecemos la salvación. No importa quienes sean: los presos, las prostitutas, los millonarios, los narcos, los santos, los poetas. Sobre todo los poetas. Gloria Trevi mandó su timbre postal al cielo, ya lo recibió su bebé. Y Peter, el perro callejero, es un apóstol más de Jesucristo. Porque no quiere templos de oro, ni sangre derramada. Jesucristo es sus sandalias, partitura del amor.
Despierta, nunca te has alejado de mi en este viaje. Guerrero a toda costa, todas horas. Abre tu mente a las luciérnagas. Soy tu luciérnaga. Creaste mi fortaleza desde tus juguetes inventados con palitos y botellas. Allá, en tu tierra, donde habitan las tortilleras que arrastran el polvo y el sustento de sus hijos al hombro.
Fuimos el bosque, la úlcera encarnada de América Latina, donde es necesario ser el viento, tan minúsculo e imperante como mi sueño. Ha llegado el parto de la mariposa, que espera mi mamá en el bambú que ella misma costuró. Es tan bella la labor de las madres costureras, todo lo remiendan. Entramos a su jardín picando las frutas, soplando la tormenta. Guiados por la luz de un profeta y sus cánticos.
Es el momento de volar, vuela…
Me gustaria contactar al Sr Tito la Rosa con respecto a su CD Sanancion que compre en le Cuzco este año. Mi correo electronico es [email protected] Gracias