VISITA AL INTERIOR DE LA SELVA TROPICAL PRIMITIVA
(Tiempo estimado de lectura: 8 minutos)por Florián Yubero
La enfermedad mágica de la selva se conoce como “Grissi Siknis”, se estudió en la étnia miskita de Nicaragua. Esta enfermedad afecta con preferencia a mujeres jóvenes, los síntomas son: largos períodos de ansiedad, náuseas, violencia y temor, las víctimas sufren convulsiones mientras ven espíritus que les atacan sexualmente. Los miskitos creen que estos espíritus son creados por hechiceros, y sólo los curanderos nativos pueden devolver la paz a las víctimas. La medicina occidental no encuentra la cura ni el motivo de una enfermedad mental, que es contagiosa sin haber gérmenes transmisores.
En el interior de la selva tropical primitiva.
Cuando me invitaron a una excursión a la selva de noche, dije si de forma emotiva por conocer el paraíso de los árboles gigantes en entorno misterioso a pesar que siento como la mayor parte de los humanos los miedos que nos transmitió la gente que inventó historias sobre los bosques habitados con animales y seres fantásticos como dragones, brujas y hadas, además de las creencias sobre los árboles sagrados, que terminaron instalándose durante siglos en el imaginario de las gentes y convirtió selvas y bosques en lugares propicios al temor a lo desconocido o sobrenatural. La selva sigue siendo lugar mágico, que trae a los visitantes recuerdos de antiguas creencias transmitidas por conductos culturales que permanecen.
La excursión impone por sus entornos misteriosos, enmarcado en la realidad de nuestra limitación humana, donde el Rey de la Creación pierde su mito, “el hombre es capaz de destruir más no dominar la selva”, sino que es dominado y esta debilidad crea un temor que sobrecoge, donde te estremeces con una tremenda angustia porque tu imaginación crea una situación de terror, que crece al atardecer si permaneces en su interior ya que en la noche aumenta el temor hacia algo desconocido que crees te amenaza con su terrible poder.
Éramos tres europeos y dos africanos. África tiene una gran luminosidad, y sus paisajes tienen un brillo especial, llegamos en un jeep y dejamos el coche al poco de entrar a la selva. Era adelantada la tarde, más en el interior de aquel espacio la luz era escasa y al poco empezó a oscurecer y avanzamos con potentes linternas, el camino, había que abrirlo a machete, tal era la cantidad de vegetación, que te enganchaba por todas partes de la ropa, también del pelo por lo que me puse la gorra, anduvimos horas cansados con un calor terrible y húmedo. Todo era igual “verde oscuro” hasta donde alcanzaba la luz de tu linterna, te encuentras muy extraño, entre sus árboles gigantes que ocultan el cielo no ves ni estrellas ni luna, caminando entre la vegetación espesa que te cierra el paso. Un olor extraño inundaba todo, Descansamos se hizo una hoguera y tomamos unos bocadillos. Hablamos y alguien repartía el contenido de una botella de aguardiente que alargo la velada, todos contaron alguna divertida historia, yo relaté pasajes del Quijote.
En la selva tumbados en hamacas atadas a los árboles, cubiertos de una red mosquitera colgada, provistos de bombas insecticidas y con repelente untado sobre las partes de tu piel descubierta, vestido de manga larga, intentas pasar la noche y dormir, solo escuchas algún grito de un ave nocturna y el croar de unas ranas, de pronto algo mueve la red con pequeños golpes, buscas la linterna y enfocas, tardas en reconocer a tus atacantes que huyen ante el resplandor de la luz, son varios vampiros pequeños que mordían la endeble red para practicar orificios y atacar tu cuerpo, aprecié eran al menos ocho, quizás menos, ante aquella circunstancia de indefensión, me levanté, sin nada que poder hacer ni adonde ir, y puse el cazo con agua para calentar en la pequeña hoguera y preparar café soluble, los guías levantan la cabeza, te miran y siguen durmiendo. Me tomo el café a pequeños sorbos, me tranquilizo de aquel momento ingrato, otro sorbo y pienso que estoy en la tierra que produce el café, con explotaciones a unos pocos kilómetros, y tomo un café liofilizado que viajó a Europa para volver a África en un sobre de papel. Sentado en una banqueta plegable, a la luz de la fogata que has atizado, miras el suelo por si algún animal esta cerca, y que solo está en tu imaginación. O acaso no tanto. En prevención dejo a mi lado muy a mano el afilado machete, que aunque no sea útil, en este momento me proporciona confianza.
Abundancia de pequeños animales, plantas venenosas, y los enemigos más crueles y pequeño que habitan los bosques son “los insectos” que te acosan y transmiten enfermedades, como el paludismo y el dengue, o puedes encontrarte con la serpiente muy venenosa “Mamba negra” a la que le han puesto el sobrenombre de “Viuda de África” por la muertes que produce. Los guías llevan unas piedras que facilita el sanador de su tribu, talismán que tienen según dicen la capacidad de absorber venenos, lo cual a mi europeo escéptico no me tranquilizó.
La selva es el límite entre la civilización y el pasado representado por los pueblos selváticos, que viven bajo el amparo de la aglomeración de árbol y vegetación. Los seres que pueblan los bosques extrajeron sus fuerzas de la imaginación e hicieron habitable un lugar hostil en lugares con posibilidades. Tribus perdidas huyendo de los esclavistas o de las guerras tribales, que indujeron a crear aislados poblados de escasas familias no más de veinte o treinta individuos y dentro de la selva encontraron un refugio seguro, aislados del resto del mundo, encerrados por la opacidad del cielo cubierto y con la muralla de árboles impenetrables cerrando el paso a extraños, más tarde se formaron algunas ciudades inalcanzables que los aventureros buscaban creyéndolas cubiertas de inmensos tesoros de oro, plata y piedras preciosas, historias de soñadores que creyeron las aventuras relatadas por imaginativos novelistas, o las tradiciones exaltadas por las narraciones de los ancianos en los poblados, y diarios de viajes de etnólogos o románticos exploradores.
Los grandes animales salvajes y los depredadores no están en la selva cerrada, están en la sabana. Es cierto que en las conquista, colonización y saqueo a estas tierras fueron aniquiladas expediciones que se atribuyen a los animales devoradores de hombres quienes diezmaron a los soldados; en realidad fueron abatidos por las flechas envenenadas que desde sin saber que sitio caían sobre ellos, eran de los pobladores nativos que defendían sus territorios de extraños.
En la selva ecuatorial de día puede venir una ligera brisa, y ningún viento durante la noche, de pronto se desata una tormenta tropical, busco en el macuto un impermeable y me tapo con mis pertenencias, el agua refrescante caía por todas partes y no te molesta estar empapado, se escuchaban truenos y algún relámpago, ahora si el viento hace mover las ramas de los árboles con violencia, solo duro unos quince minutos que fueron interminables, se apago la hoguera, y permanecí quieto envuelto en el impermeable y agarrado a el como si fuera un salvavidas en medio del mar. Empezaba a amanecer …que alivio, llega un nuevo día y el sol que tu no ves pero que adivinas, está encima de ti llenando de energía la tierra. Los monos alborotan en las ramas altas de los árboles, vigilados por los guías negros, que llevan su arco preparado para la siempre oportuna caza. El ritmo de un tam-tam se escucha muy en la lejanía, el guía me dice que en la aldea ha nacido un bebe, la renovación de la vida en África continua.
El tam-tam, sirve para pasar alegres veladas, entre cantos y bailes acompasando momentos felices a los africanos, y útil como medio de comunicación, con el que transmiten mensajes entre poblados. Para advertir de algún peligro, de un nacimiento, de una muerte, llamarse a reunión, convidarse a una celebración, la caza, los golpes al tambor, se conoce por la melodía de los sonidos, es un código establecido similar al las campanas de las iglesias.
Emprendemos el regreso, miro la brújula, parece que llevamos buen camino, mi organismo está lleno de adrenalina y estoy como exaltado observando todo, piensas que te encuentras como en el principio de los tiempos, donde impera lo primitivo y libre en aquel bosque originario parte de un mundo paralelo y sublime donde lo profano imagina seres maléficos que lo habitan y defensores dioses o descendientes de ellos, donde los espíritus de sus antiguos pobladores lo habitan y permanecen esperando los honres. Lugares cómo creo la naturaleza sus espacios, deshabitado o refugio de gente inmersa en una especie de prisión natural.
Matorrales densos con ramaje entretejido, hojas musgo, flores, aves que cruzan en libertad de caminos, no hay que abandonar la estrecha pista, que abre algún animal en su diario acercamiento al agua, avanzamos penosamente, en la oscuridad profunda rota con lámparas eléctricas, tropezamos con raíces enormes, de pronto nos hundimos afortunadamente es solo barro, alguien da un grito de advertencia, cada uno sale como puede, yo me agarre a una gruesa liana y tire tan fuerte como pude, perdí una bota, y ayude a Otto el grueso alemán; para el regreso me envolví el pie en una camiseta sobre el calcetín de algodón grueso para amortiguar la pisada sobre el suelo a la que no estás acostumbrado, los negros me miraban burlándose de mi fragilidad de hombre blanco y nosotros nos reíamos cuando hubo pasado el peligro a que nos había enviado nuestra curiosidad de conocer.
La selva virgen encierra recursos que los humanos ambicionamos, por lo que diariamente nos hacemos responsables de su diaria destrucción, culpa de la sociedad capitalista que consume lo que no le pertenece, y ataca al bosque, sin considerarlo como lugar sacralizado y divinizado, se convierte por el hacha del hombre en lugar arrasado y contaminado Sin respetar los valores éticos, morales y estéticos de una civilización indígena. Los occidentales que han destruido selvas y bosques, son los mismos que ahora piden su protección, para reducir la capa de ozono y la contaminación atmosférica. Los países con recursos forestales miran indignados a los dirigentes de las regiones industrializadas diciéndoles “como nos hacéis responsables de la salud del planeta, cuando sois vosotros los que contamináis, y los que debéis reducir las emisiones”. Ambas partes tienen razón.
La relación entre los hombres y la selva es analizada por el visitante que queda impresionado por la naturaleza y el paisaje que contempla y que significa la ruptura de los lugares dominados por el ser humano, aquí estamos ante un medio donde las historias de las selvas la acompañan e impregnan con un significado que infunde respeto y cuyas características no pueden ser comprendidas desde la ciudad cuyo concepto está confundido por películas de aventuras y por las descripciones noveladas de exploradores. Que alegría salir de espacios cerrados y contemplar el cielo y el Sol, apareciendo como un dios y adorado como tal por sus hijos.
Los que hemos conocido las selvas, nos gustaría volver a ellas, lo atribuimos a nostalgia, cuando en realidad estamos seducidos o quizás atrapados por los espíritus de los bosques, somos sus presuntas victimas, que nos convierten en nostálgicos soñadores que anhelamos regresar a terreno sagrado, que como lugar idealizado, es capaz de llenar de imaginación a los hombres.
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