Enteoadicción o triptaminomanía, por Jonathan Ott

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Una amante medio portuguesa y totalmente loca me decía después, que fue un ejemplo clásico de búsqueda de visión tipo indio de la pradera; en el momento que yo sabía que era un bioensayo ottiano típico y nada más. Como resultó ser una de las pocas cosas sensatas que ella jamás me dijo, termine dándole la razón; en todo caso, estableció sin duda que mi nagual o animalito familiar era el tlacuatzin o tlacuache… Didelphis marsupialis, la zarigüeya. Ya lo sé, esto no puede ser, los naguales siempre son águilas, osos, jaguares, orcas, por lo menos un pinche de cuervo; nunca llegan a ser roedores o marsupiales, ni mucho menos cucarachas, asnos o zorrillos; de acuerdo al mismo principio operante en aquellas, dadas a infantilismos como la regresión a las otras vidas, pues, en la otra vida siempre eran Cleopatra y no Dulcinea del Toboso; la reina de Saba o (para las más resbalosas) Salome y no una ramera desdentada de no sé dónde. Sea como fuere, lo sabía antes de que ella me lo dijera, en aquel momento que Burroughs describió como, the naked lunch, el almuerzo desnudo, “el momento congelado en que todo mundo ve lo que hay en la punta de cada tenedor”. Que ¿Qué? Esto tampoco puede ser…, que de joven me parecieran buenas las mamonadas de Burroughs… ¿qué carajo quería decir? Más fue en aquel momento congelado, cuando la mamacita zarigüeya me miró durante un minuto, a medio metro de mi cabeza, antes de aceptarme y acercarse mucho más para comer un jugoso escarabajo en el cristal, a 10 centímetros de mí no más. Otra noche, la misma tlacuache subió encima de mis piernas para alcanzar el mismo cristal y comer otro escarabajo igual de jugoso. Ambas noches anduve yo viajadísimo con triptaminas de acción corta –bufoteina o 5-metoxidimetiltriptamina, no me acuerdo-. Durante aquel verano a solas en el Rancho Ololiuhqui, pues, yo viajé casi todos los días, a veces dos veces por días, unas 60 veces en total. Algunos podrían llamar a semejante saturnalia de snuffs (rapés) una enteoadicción o triptaminomanía; para eran bioensayos para mi libro Shamanic Snuffs or Enteogenic Errhines, exitosos en cuanto a modelar la farmacología humana de los rapés cebil (Anadenathera) y epéna (Virola), como ya informé en los dos trabajos científicos sobre pharmañopo y phamepéna. Los bioensayos vinieron intercalados con otros trabajos caseros. Cuando la dosis funcionaba (casi siempre funcionó) y yo ya no valía madres para trabajar, apagadas las luces y me iba a acostar a afuera, justo debajo del alero que protegía a la casa de lluvias; sin embargo, desde allí podía ver el cielo tras la filigrana de los arboles. En el curso de muchas noche así, tuve una insólita serie de encuentro cercanos de no sé qué tipo con esta misma lindísima zarigüeya. Debo decir que abundan en torno a mi casa, que tiene una pared de puro cristal, de 8 por 3 metro, hasta el suelo (interrumpido sólo por dos columnas), donde a menudo vienen varias a la vez para su almuerzo desnudo de tambaches, de insectos pegados a las ventanas. A menudo las podía estudiar muy de cerca, a 10 centímetros no más, tras la ventana – no tiene miedo del ser humano y cuando corren, es a cámara lenta. Aunque me fascinan, siempre las veo feas y en el primer encuentro yo pensé; voy a buscar la belleza de esta criatura. Ándale, pues…, al separarse de mí se trepó a un árbol para estudiarme durante media hora, como el gato Chesshire, y después bajó caminando lenta y regiamente, boca abajo, por el tronco. Los gatos trepan al árbol como un “relámpago engrasado”, aunque para bajar son más torpes que una persona esta caminata sí que fue hermosa-. Desde entonces las he visto hermosas y, qué bien, aún siendo mi nagual, yo no me veo muy guapo. Pues parecen mucho mas a una rata hiperatrofiada y pelona, hocicudas y alargadas. Bueno, yo soy barbilampiño, alargado y un poco hocicudo también. Aunque no han llegado a consagrarse como símbolos de ninguna patria ni clan, no obstante son animales sagrados para algunas tribus como lo huicholes. Es la zarigüeya la que hurtó el fuego de los dioses y lo secreta desde su bolsa para beneficio humano. Ahora es otra vida, yo habito Rancho Xochiati, donde casi no hay tiacuaches y mi nuevo nagual es el huitzilin o colibrí. En verano, casi todos los días, tomo un colibrí vivo en mis manos (que también son alargados, picudos, y sin pelo) y ¡algunos me conocen bien!

No puedo jactarme de un uso maniático de las triptaminas. Contando con todas –ácido, hongos, ayahuasca, rapés, triptaminas tipo DMT- aunque la totalidad de mis viajes sumen mucho más de 500, no llegan a 1000. No obstante, sí existe la triptaminomanía y también la entoadicción. La ketamina es un ejemplo destacado de la segunda. No siendo producto natural ni de mi onda, sólo tengo una experiencia mínima en aspirar unos 200 mg de esta porquería (yo pensé que era cocaína hasta que me fustigó en la nariz como una bestia), junto a tres inglesas cachondas, dos de las cuales tenían ganas de follar o comer. En medida en que avanzaba la aventura, ni podía distinguir cuales dos de las tres yo quería inseminar –este tipo de mamada no me sirve de nada- La dejo para que los depravados ketaminómanos cuenten sus sórdidas desgracias, como algunos han hecho en un libro reciente. En cuanto a las triptaminas, pues, para mí, dos viajes por día me satisfacen más, o 60 por verano, aunque no todo el mundo es tan recatado y moderado como yo. He presenciado escenas de verdadera farmacomanía con las triptaminas de corta duración y me han relatado otras poco menos que espeluznantes.

Después de desatar la farmacología de los rapés, anduve dando conferencias en Palenque. Dos colegas holandeses asistieron con los restos de una tanda de miles de pastillas de 5-metoxi-DMT que habíamos hecho como prototipo de Pharmahuasca®. Como cada tableta tenía 10 mg de triptaminas ya dosificada, que por la nariz resulta ser una dosis capital, sin otro aditivo, lo que había demonizado pharmepéna en mis bioensayos y conferencias, de repente se me encendió el foco (la bombilla) y las rebauticé como Phamepéna® y las saque una noche en la fiesta del patio de siempre. Resultó que uno de los asistentes, un famoso editor de música que, entre otros conjuntos había lanzado al farmacomaniático Nirvana, era un verdadero fanático de 5-metoxi-DMT. Hasta llevaba su pipa de jade encima como collar. Otro asistente, el que había esculpido la pipa de jade, también llevaba la suya de collar; una pipa doble para meter en la nariz. Como es de esperar en la “escena de drogas”, todos estos vanguardistas que se creen on the cutting edge (en el filo de la navaja), pues, jamás han probado nada nuevo, ni el más mínimo variante de lo de siempre, en el caso de esta droga, inhalando vapor de base libre. Cuando les dije que era más potente aspirado como rapé en cristales, se medio mofaron de mí. Pues…, a los diez minutos no había gran cosa de mofa, de hecho el empresario también verificó lo que dije, que era igual de activa por vía sublingual y quedo tan maravillado de descubrir la verdadera actividad de su droga favorita que antes de terminar la faena me adelanto en mis bioensayos y, ¡se metió unas pastillas por el culo también! Veréis: éramos unas diez personas y había quizá 600 o más pastillas en el frasco grande… Total, que se convirtió en un frenesí de farmacomanía tal y como se asocia con la cocaína, de acuerdo al precepto: nunca hay suficiente. Aunque en este caso había más que suficiente el problema fue que las pastillas eran mías sólo en parte, ya que también pertenecían a dos socios no presentes en ese momento.

Después del consumo de 40 o 50 pastillas en menos de una hora, vi como prudente disculparme con algún pretexto para esconder el frasco en mi cabaña.

Fue una verdadera farmacomanía: todo el mundo con ojos saltones, maniáticamente mirando al frasco y haciendo movimientos involuntarios en su dirección, este tipo de cosas. Uno de los presentes, después y como invitado en casa de otro amigo, se metió varios gramos de 5-metoxi-DMT por la noche, flipándose y aterrorizando al hijo y a las dos esposas de mi amigo.

Hay que recordar mi regla para el grado de calidad de la habituación, consciente en la medida en que se minimiza la demora entre conducta de ingesta y cocolón; que inhalar base de cocaína o morfina es mucho más potente y adictiva que por vía intravenosa u oral. Inhalando la base de 5-metoxi-DMT (por cualquier vía es 4 o 5 veces más potente que DMT), uno llega a la cúspide del viaje a los 30 o 60 segundos y es muy, pero muy adictivo. No importa sea ‘enteógeno’ o visionario. Cuando uno se mete como un loco, dosis tras dosis toda la noche, no es ningún enteógeno. Desgraciadamente, aunque la palabra enteógeno a calado por todos lados, también a fracasado, ya que la gente no capta que describe el contexto de ingesta, no una clase de droga ni una acción farmacológica. Quiere decir embriagante chamánico (tampoco un sacramento, sólo por extensión, en segunda instancia: cundo entra lo religioso, lo espiritual o entegénico se difumina…, el futuro de la religión no es la religión con enteógenos, ¡es ningún pinche religión!). El gran profeta del uso pendejo, no entegénico, de drogas visionarias como DMT, fue el gringo loco “D.M. Turner”. Pues, el gran psiconauta se ahogó en su propia bañera a los 30 años, metiéndose ketamina farmacomaniática –no enteogé-nicamente- a solas en su casa. Esto sí es ser estúpido, ser un verdadero imbécil, a la vez que representa el epítome de uso problemático para la salud, cosa que a mí no me ha tocado ni creo que me tocará. No hay nada más insalubre que matarse uno mismo en la flor de la vida. Los opiómanos como Burroughs y De Quincey f ya eran grandes cuando murieron; no así este “Adicto D.M.T.” Joseph Vivian, Don Mangano Triptaminómano. Aunque John Lilly vivió hasta edad madura, evidentemente la ketamina le convirtió en un vegetal andante, como pude apreciar con mis propios ojos. Una vez más subrayo, enfatizo, grito que no es la droga, es su empleo. “Adicción” o farmacomanía no es una cosa inherente en todos los seres humanos que se puede expresar por un uso desequilibrado de drogas, de alimentos, del erotismo, de las relaciones sociales, del juego, de cada pinche cosa bajo del sol. Os pido disculpas porque en realidad e estado empleando la palabra farmacomanía a la ligera. Pronto veremos otro ejemplo, ahora en base a cocaína, de la farmacomanía verdadera, como lo fue mi otra marijuanomanía. Aunque la cocaína es el crystalline craving (ansia cristalino), sin embargo no a logrado estropear mi vida ni medianamente, como lo hacia la marihuana. Yo aprendo de mis pendejeces. Más que nada me ha funcionado como ejemplo de una farmacomanía aceptable como tal para todo el mundo, inclusive para los marihunos farmacochovinistas. Lo mismo digo del tabaco y de la nicotina.

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Comentarios (2)

 

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