Terence Mackena, el científico de lo oculto
(Tiempo estimado de lectura: 4 minutos)Etnobotánico, historiador radical y coadministrador de un jardín botánico en Hawaii, donde cultivaba especies de plantas amenazadas y su conocimiento, Mackenna era, a su manera, un investigador psicodélico universal. En los 60’s era frecuente marcharse por un tiempo y luego volver. Sin embargo no siempre había paradas en exóticos lugares de China o del Tibet, sino que más bien se viajaba a través de los hongos y los ácidos. Nuevos territorios. Nacido en 1946 en Colorado, Mackenna se mudó pronto a California, donde comenzó a desarrollar su peculiar trayectoria. La publicación en 1992 de su libro “La comida de los dioses” aportó un punto de vista nuevo sobre las drogas y la evolución humana. Algunos le definen como “nuevo científico”, y para todos era un orador de alto voltaje. El 3 de Abril, Mackenna fallecía tras meses de lucha contra un tumor cerebral. Sirva este extracto de la famosa entrevista concedida a la revista OMNI en 1993 como homenaje póstumo a tan heterodoxo “científico de lo oculto”.
A usted se le llama profeta, demente, el más importante visionario de América, y más cosas. ¿Cómo fue su infancia? ¿Quizás había algo en el agua que bebían en casa…?
Nací en un pequeño pueblo de Colorado de 1.500 personas llamado Paonia. En tu último año de instituto dejabas embarazada a tu chica, te casabas con ella y empezabas a trabajar en las minas de carbón. Un intelectual era alguien que leía la revista “Time”. Mi madre fue a una academia de secretariado, y tenía un léxico muy amplio…
¿Cómo aprendió a alcanzar estados alterados de conciencia?
Viví hasta los 13 años en casa de mi abuelo. Yo tenía alucinaciones regresivas donde me veía a mí mismo en mi cuarto de juegos de la infancia jugando con mis trenes. Entonces algo captó mi atención: “una alucinación DMT (*) se ha vertido al aire, dentro de esta casa, en la habitación”. Fue como si de una invisible taza de té hubiera empezado a fluir algo pesado, una geometría floral, danzando con los objetos y con las siluetas.
¿Y ahora? ¿Hacia dónde está dirigida su investigación?
No puedo digerir la tragedia humana de alguien que se va a la tumba sin saber que esto es posible. Hago una analogía con el sexo. Algunas personas pueden evitar ciertos tipos de experiencias sexuales, y a mí no me gusta pensar en gente que muere sin haber tenido contactos sexuales.
¿Qué es el efecto DMT?
Mi mejor comparación es que si escuchas un ruido que viene de un lugar situado en tu visión periférica, vuelves la cabeza y tratas de enfocar su origen para ver qué puede producirlo. Este enfoque rápido de las funciones mentales está conducido por el DMT. La paradoja es que el DMT es el más seguro y rápido alucinógeno que puede experimentar tu organismo.
“La comida de los dioses” relaciona el DMT con la psilocibina. ¿Cuál es la conexión?
Ambas sustancias son químicamente próximas. Mi libro habla de la historia de las drogas, trata de mostrar su impacto cultural y su importancia en la delineación de la personalidad. La gente ha intentado infructuosamente contestar a la pregunta de cómo nuestras mentes y nuestra conciencia evolucionaron desde el mono. Han intentado contestar con todo tipo de argumentos pero, a mi entender, la clave para descifrar este gran misterio es la presencia de plantas psicoactivas en la dieta de estos homínidos.
¿Qué le lleva a esta conclusión?
La teoría de la evolución ortodoxa nos habla de pequeñas ventajas adaptativas, que eventualmente quedan registradas en la herencia genética de las especies. Las especies crecen a partir de este cambio diminuto, aprovechando esas ventajas para ocupar un determinado nicho ecológico y desplazar así a sus competidores.
O sea, que los humanos prehistóricos dieron un paso por delante de los monos ingiriendo una droga…
Sí. Hay trabajos de laboratorio que muestran cómo la psilobicina, ingerida en cantidades pequeñas pero detectables, incrementa la agudeza visual. Esto se traduce en un mayor éxito a la hora de cazar a las presas, y de aquí resulta una mejor alimentación de las crías y un consiguiente aumento de tamaño en la siguiente generación. Por otra parte, la ingestión de determinados hongos podía desembocar en una disolución del ego, con la consiguiente socialización. Sensación de comunidad, altruismo, autosacrificio, lealtad… Todos estos valores serían la base de la Humanidad, y aparecieron en una situación en la que el ego estaba ausente.
Y si todo era tan maravilloso ¿por qué terminó?
La explicación más elegante es que la gran cantidad de fuerza que creó el impulso original lo barrió más allá de sus posibilidades. La desertización de África nos forzó a marcharnos fuera de la jungla, hacia la sabana, y nos hizo ser bípedos y omnívoros. Vivíamos en ese entorno paradisíaco, pero el clima fue tornándose más seco, lentamente. Los hongos comenzaron a escasear, y se reservaron para momentos de celebración, o sólo para ciertas clases de personas: chamanes, por ejemplo. Finalmente los hongos desaparecieron, y la presión del clima hizo al hombre agricultor, lo que le dio un conocimiento de causa-efecto que después pudo aplicar a la propia paternidad tras el acto sexual. Comenzó a pensar en mi hijo, no en nuestros hijos, y comenzó a ver a la mujer como su propiedad. El ego inició su auge imparable, hasta nuestros días, y ése fue el principio del fin.
Traducción y adaptación: Antonio Dyaz
(*) DMT Dimetil triptamina. Sustancia alucinógena relacionada químicamente con el LSD. Imita a un neurotransmisor, la serotonina, pero interfiere con su acción normal. Este tipo de drogas amplía la sensibilidad de la mente a todo tipo de información y estímulos.
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Fuente: http://www.generacionxxi.com
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