Joe Dispenza
(Tiempo estimado de lectura: 5 minutos)Tengo 46 años. Nací en Nueva York y vivo en Rainier (Washington). Estoy casado en segundas nupcias, y comparto cinco hijos. ¿Política? Creo en el derecho divino de todo ser humano a buscar su felicidad. ¿Dios? La esencia inmanente que da vida a todo. Cada segundo pierdes diez millones de células: la vida actúa en ti, ¡acéptala!
El cerebro humano es un órgano de colosal plasticidad, y hoy estamos aprendiendo a estimularlo, enriquecerlo, desplegarlo. Y no sólo en sus capacidades intelectivas, sino también en las emocionales. Y en las bioquímicas: podemos aprender a modularlo para producir duchas hormonales que te refuercen el sistema inmunológico. ¿Consistirá la medicina del futuro en ese autocontrol de los recursos de la mente sobre la materia, sobre el propio cuerpo, y a eso le llamaremos salud? Dispenza se dedica al desarrollo del cerebro y la autoconciencia, como explica en el libro y la película ´¿¡Y tú qué sabes!?´, igual que en una charla impartida en el colegio mayor Sant Jordi de la Universitat de Barcelona, organizado por L´Ambar y el Cineforum Spiritual Vision.
-¿Qué es una remisión espontánea?
- La súbita reversión de una enfermedad: el enfermo sana de una dolencia sin explicación médica convincente.
- ¿Se dan a menudo curaciones de este tipo?
- Sí se dan. Yo he presenciado casos espectaculares. Y tengo una buena noticia: podrían darse más a menudo.
- ¿Por qué?
- He estudiado a muchas personas que experimentaron asombrosas remisiones de graves enfermedades… y he constatado en ellas ciertos aspectos comunes.
- ¿Cosas que podemos aplicarnos todos, entonces?
- ¡O intentarlo, al menos! Porque esas remisiones no fueron tan espontáneas…
- Le escucho: ¿qué había en común entre esas personas?
- Todas aceptaron que sus modos de pensar y sentir ( “he estado enfadado, odiando, envidiando…”), sus actitudes vitales, en suma, les habían ocasionado desequilibrios y disfunciones, les habían dañado la salud.
- Ah, eso no es nada fácil de aceptar…
- Pero se puede. Y uno puede buscar tiempo para empezar a ejercitarse en crear pensamientos grandes y felices: ¡eso está comprobado que estimula el sistema inmunológico, que estimula una neuroquímica salutífera!
- ¿Qué más hicieron esas personas?
- Empezaron a formularse preguntas importantes: ¿a qué persona o gran personaje admiro?, ¿a quién conozco que sea feliz, para ser igual?, ¿qué debo cambiar en mí para vivir con alegría?
- ¿Basta con pensar en eso?
- Es que, además, se concentraron en pensar en la nueva persona que querían ser. ¡Y eso genera ya redes neuronales nuevas!
- ¿Estaban ya cambiando, mejorando?
- Sin duda. Pero había algo más: todos aceptaron que la inteligencia de la vida, la inteligencia universal latía en ellos, y que podían reconectarse a ella.
- Suena ya demasiado místico, abstracto…
- ¡Es de una lógica radical! Mira: cada segundo pierdes diez millones de células… ¡Ahora mismo! ¿Estabas pensando en hacerlo?
- No.
- Hay un montón de células que deciden nacer y morir a cada segundo del día y de la noche, que deciden mantener tu corazón latiendo, todos tus órganos funcionando… ¿Controla todo esto tu inteligencia racional?
- No.
- ¡Pues ésa es la activa inteligencia de la vida a la que me refería! ¿Ves? La aceptas: puedes conectarte, encajarte en ella.
- ¿Y cómo lograr encajarme en ella?
- Hoy sabemos que la meditación es muy eficaz… Y hay algo que yo practico: cada mañana, al levantarme, pienso en quién quiero ser, escojo qué quiero para ese día, para mi vida, qué ideales persigo… ¡y todo eso lo siento dentro de mí como si ya fuese real!
- ¿Y qué sucede, señor Dispenza?
- ¡Que vivo días asombrosos! Y que vivo todos los días como si lo fuesen.
- ¿Está sugiriéndome que puedo crear mi realidad?
- Todas las personas que hicieron algo grande fueron personas que vivieron en una visión, en una realidad en la que creían. Y, de este modo, la crearon.
- Eso no es muy científico.
- En tal caso, las partículas elementales tampoco son muy científicas…
- ¿Por qué lo dice?
- ¡Porque se comportan contrariando las leyes de la física mecánica! Para empezar: donde todo parece sólido, ¿qué hay?
- ¿Qué hay?
- ¡Abismos de vacío!
- Muy poético.
- No, no, es mera realidad: en el átomo, entre los electrones y el núcleo, hay inmensidades de vacío; y entre los protones y neutrones del núcleo del átomo, hay más inmensidades de vacío… O sea, los ladrillos de la materia… están vacíos. ¡La materia es mero vacío!
- ¿Alguna otra enseñanza de física cuántica que quiera transmitirme?
- Que mente y materia no están separadas. Los humanos, pues, podemos usar la mente subjetiva para influir en el mundo objetivo.
- No es poco trabajo…
- ¡De hecho, lo hemos hecho durante siglos sin darnos cuenta!
- ¿Ah, sí? ¿Cómo?
- Al rezar.
- ¿Propone que recemos?
- Orar es esto: cerrar los ojos y pensar. Y para eso no se necesita a Alá, Yahvé, Dios ni nada de eso: se basta uno. Esto es lo que propongo: ¡experimenta! Haz de tu vida tu propio experimento científico.
- Despidámonos con algún ejemplo de experimento.
- Una vez tomé a dos personas: una estiraba con un dedo un cordel durante una hora al día, durante cinco días a la semana, durante cuatro semanas. Su dedo ganó un 30% más de fuerza. La segunda persona hizo lo mismo… pero sólo mentalmente.
- ¿Y?
- ¡Su dedo ganó un 22% más de fuerza!
- ¿Sin tocar el cordel?
- Sin tocar el cordel.
- Vaya…
- Lo físico es metáfora de los psíquico. Está todo imbricado, es en el fondo lo mismo. Insisto: ¡experimenta! Enriquece tu vida con experiencias nuevas. Créalas en tu cerebro. Crea realidad con tu mente, y verifícala luego en tu entorno. Serás creador. ¡Todos lo somos! Basta con conectar con esa inteligencia cósmica de la vida, con esa mente total. Enriquécete, enriquécete…
Víctor-M Amela.
Fuente: La Vanguardia
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