El cannabis en la historia: Pasado y presente
(Tiempo estimado de lectura: 19 minutos)Es importante resaltar que cuando se habla de drogas debemos diferenciar por lo menos cuatro discursos, pues puede llevar a malos entendidos: el discurso moral que hace referencia a los aspectos éticos de las drogas y sus usos; el discurso político, que trata la legalización o prohibición y persecución de las drogas; el discurso químico, que estudia y analiza los efectos de las drogas en el cuerpo humano. Aquí y ahora, vamos a hablar de un discurso histórico: de cuándo, dónde y para qué ha hecho presencia el cannabis en las diferentes épocas.
INTRODUCCIÓN
Históricamente, las inquietudes y los temores típicos de la humanidad han exigido respuestas o explicaciones difíciles. En este sentido las drogas han desarrollado, a veces, la función de mediadoras entre una pregunta y una respuesta. Culturalmente, la droga ha estado presente en muchos aspectos importantes de la vida y de la sociedad; ha sido utilizada con propósitos distintos: acercarse a Dios, observar el cosmos desde fuera, integrarse en un colectivo, mostrar un estatus social, huir de tensiones y aliviar el dolor, entre otras intenciones.
Centrándonos en el cannabis: ese polvo obtenido de la resina, hojas e inflorescencia femenina de una variedad de cáñamo que produce efectos hipnóticos, tenemos que señalar algunos términos relacionados con el mismo como: el cáñamo, familia de las cannabáceas, planta de hojas palmeadas, cultivada por su tallo, que proporciona una excelente fibra textil, y por sus semillas; y principalmente el cáñamo índico o indio, grifa, variedad de cannabis sativa, de la que se obtiene el hachís o haxix y la marihuana o kif.
La marihuana es una sustancia preparada con las hojas y las flores del cannabis sativa, variedad índica, que se fuma mezclada con tabaco y produce efectos parecidos a los del hachís. Posee una concentración menor en principios activos que esta última y ocupa el mismo lugar que ella en las diversas clasificaciones. (Úsase también mariguana o marijuana).
No importa el nombre que se le asigne, se extrae de las plantas hembras de una variedad de cáñamo (cannabis indica, del grupo de las urticáceas).
El cáñamo índico cuyo nombre científico es cannabis sativa, es una planta que alcanza varios metros de altura. El que esta variedad de cáñamo sea narcótica, parece que se debe a simples condiciones climatológicas, puesto que sólo en regiones de África y Asia, de clima parecido, se da libremente. Hay dos variedades de cannabis sativa, una masculina y la otra femenina, y es ésta la más apreciada, puesto que segrega más resina, precisamente lo que se aprovecha para componer el hachís. Aun cuando también, resultan útiles las hojas y flores de la planta.
Hachís (en castellano hierba) viene del árabe hasis (cáñamo), hachich, haxis nombre tomado de los ismaelitas: tribus árabes de Jordania, descendientes de Ismael hijo de Abraham.
El cáñamo indio, es más pequeño que el cáñamo común –cannabis sativa–, crece en casi todas las latitudes pero, en ciertas regiones, el elemento activo puede desaparecer al cabo de algunos ciclos de vegetación. Es una planta muy resistente; se ha visto florecer en Nueva York, cultivada en tiestos por beatniks (movimiento juvenil norteamericano de contracultura), en París y Berlín, sembrada clandestinamente por los usuarios del hachís.
El cáñamo, cultivado en todos los continentes tiene cientos de nombres. Vamos a citar algunos de ellos:
En África, por ejemplo, se suele denominar:1
AIT MAKHLIF (Magreb), MAKHILF (África del Norte), ASSYUNI (preparación para ser comida N. A.), RIAMBA (África Oriental), RONGONY (Madagascar), BANGUE (Mozambique), SADDA (África del Norte), CHIRA (África Noroeste), SOROMA (Mozambique), DAGGA (África del Sur), SOUSSI (África del Norte), DJOMA (África Central), TAKROURI (Túnez), DOKKA (África Oriental), TEDRIKA (África del Norte), GNAOUL (África del Norte), YAMBA (Senegal), JEA (Madagascar), ZAHRET EL-ASSA (África del Norte), KAMONGA (Egipto), ZEROUALI (África del Norte), KIF (Marruecos).
En América:
ALIAMBA (Brasil), MARIHUANA o MARIJUANA (México, Antillas, Estados Unidos), CANGONHA (Brasil), CANHAMA (Brasil), MARIQUITA (Costa Rica), DA-BOA (Brasil), MULATINHA (Brasil), GANGA (Jamaica), OPIO DO POBRE (Brasil), GRIFA (México), PITO (Brasil), HIERBA SANTA (Costa Rica), PLANTA DE FELICIDADE (Brasil), HIERBA VERDE (Costa Rica), RAFE (Brasil), LIAMBA (Brasil), SOÑADORA (México), MACONHA (Brasil), ROSA MARÍA (Caribe), MALA VIDA (Costa Rica), ZACATE CHINO (Costa Rica).
En Asia:
BHANG (India), KANAB (Irán), DARAKTE-BANG (Irán), KINNAB (Arabia), DAWAMESK (golosina de canabis Medio Oriente), KUMARI ASAVA (India), LAI CHOURNA (India), GANJA (India), MADI (India), HASHISH EL-KEIF (Medio Oriente), MISÁRI (India), JVALANA RASA (India), RAMRAS (bebida india con canabis), KABAK (Turquía), TAIMA (Japón), KAMASHWAR MODAK (India), ZHARA (Medio Oriente).
En Europa:
CÁÑAMO (España), HEMP (Inglaterra), CANAPE (Italia), FÜVE (Hungría), CANNACORO (Italia), INDIYOSKAYA KONOPLYA (Ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), CÁÑAMO INDIO (Francia), HAMP (Dinamarca y Noruega), MAVRON (Grecia), HAMPA (Suecia), ZIELE KONOPI (Polonia), HANFKRAUT (Alemania).
El cáñamo índico (variedad de cannabis sativa) era ya conocido por los asirios – imperio mesopotámico, siglo XV a.C.–, quienes lo empleaban como incienso en las ceremonias religiosas. El libro santo de los persas (siglo VI a.C., hoy suroeste de Irán) el Avesta, describe, por su parte, los enervantes efectos del incienso obtenido con el cáñamo índico.
Si el cultivo de adormidera parece originario de Europa y Asia Menor, el del cáñamo remite a China. Los primeros restos de esa fibra (fechables hacia el 4000 a.C.) se han encontrado allí, un milenio después en Turquestán (Afganistán). Un tratado chino de medicina –escrito en el siglo I, sobre materiales que dicen remontarse al legendarioShen Nung, redactado 30 siglos antes– afirma que “el cáñamo tomado en exceso hace ver monstruos, pero si se usa largo tiempo puede comunicar con los espíritus y aligerar el cuerpo”.
Inmemorial es también el cáñamo en India. El Atharva Veda considera que la planta brotó cuando cayeron del cielo gotas de ambrosía. La tradición brahmánica cree que agiliza la mente, otorgando larga vida y deseos sexuales potenciados. También las principales ramas del budismo celebraron sus virtudes para la meditación. En usos médicos, la planta formaba parte de tratamientos para oftalmía, fiebre, insomnio, tos seca y disentería.
La primera referencia mesopotámica al cáñamo no se produce hasta el siglo IX a.C., en tiempos de dominio asirio y hace mención a su empleo como incienso ceremonial. El bracero abierto era ya frecuente entre los escitas (pueblo de lengua irania, que desapareció en el siglo II a.C.), quienes arrojaban grandes trozos de hachís sobre piedras calentadas y sellaban el recinto para impedir la salida del humo. Una técnica parecida usaban los egipcios para sukyphy, otro incienso ceremonial cargado con resina de cáñamo.
Según datos paleobotánicos, el cultivo del cáñamo es también muy antiguo en Europa Occidental. En el siglo VII a.C. los celtas –situados en la vieja Europa– exportaban desde su enclave de Massilia (hoy Marsella, Francia) cuerdas y estopas de cáñamo a todo el Mediterráneo. Muchas pipas y la propia casta de los druidas (sacerdotes celtas expertos en filtros y medicamentos) indican que esa cultura conoció su empleo como droga.
Es indudable que esta planta, según parece, la que utilizó Helena para mitigar las penas de Telémaco (guerra de Troya), fue conocida por todos los pueblos de la antigüedad. Y sus propiedades tan alabadas que los hindúes, al igual como hicieron los incas con la coca, le dan un origen divino. Ellos explican que aconsejados por el dios Visnú, todos los dioses menores y demonios se reunieron un día para obtener el elixir de la inmortalidad. El resultado, que precisaría páginas para explicar puesto que, según la leyenda, no fue nada fácil conseguir, resultó ser el cáñamo índico del cual se extrajo el hachís. O sea, la resina que se extrae de las hojas y de las inflorescencias hembras del cáñamo índico, que se consume mascada o fumada.
Además de vinos y cervezas, los griegos usaron con fines ceremoniales y lúdicos el cáñamo y otras solanáceas, en ocasiones mediante sahumerios o inciensos. Conocían también un extracto de hachís con vino y mirra para estimular reuniones privadas. En Roma, por su parte, aunque las plantas principales fueron la adormidera (como el opio) y la vid, sabemos que en tiempos de los césares no era poco frecuente fumar flores de cáñamo hembra (marihuana) en reuniones para “incitar a la hilaridad y al disfrute”, costumbre que pudo venir tanto de la sociedad ateniense como de los celtas. Esta droga de los dioses, fue la que más tarde, utilizó el “Viejo de la Montaña” para formar el más fiel y valeroso de los ejércitos. Un auténtico comando suicida que, a cambio de la entrega de su vida, recibía la apetecida ración diaria de hachís. El que el cáñamo índico sea una planta limitada, en estado salvaje, a ciertas regiones asiáticas y africanas, no quiere decir que resulte difícil cultivarla en otras naciones.
Esto es fácil, especialmente, en aquellas que gozan de clima cálido. Y éste es uno de los grandes problemas que el hachís presenta. Resulta casi imposible su control, dada la facilidad con que puede ser cultivada en extensas regiones.
Otro problema, que reduce las posibilidades de controlar las plantaciones clandestinas de cáñamo índico, es que son numerosos los países, particularmente, asiáticos, que lo utilizan para extraer de él medicamentos muy apreciados. Incluso, la farmacopea de los países occidentales acude al cáñamo índico y, actualmente, se están descubriendo en esta planta, insospechadas posibilidades. Entre otras las de obtener un nuevo antibiótico, mucho más eficaz que cuantos se han puesto hasta ahora en el mercado, por ello, la posibilidad de controlar su producción se hace más difícil, pero esto es un problema que tiene la Comisión de Estupefacientes de la Organizaciones de las Naciones Unidas, ONU.2
El hachís tiene múltiples aplicaciones. En algunos países asiáticos lo utilizan para sazonar pasteles y componer bebidas. Existe infinidad de ellas y todas gozan de múltiple adictos. Pero los adictos al hachís, los auténticamente drogados, prefieren aspirar su humo. Pocos lo ingieren, casi todos lo fuman.
Afortunadamente, para tantos adictos al cáñamo índico, sus efectos son menos profundos que los del opio e incluso que la cocaína. Una cura dirigida por un médico puede devolver la salud y el equilibrio mental a un drogado de hachís. Siempre, naturalmente, que no haya llegado a las últimas fases de la intoxicación.
El hachís es la droga de los países árabes, pues se aviene a sus costumbres, puede y hasta se siente la necesidad de fumarla en compañía. De ahí que era fácil encontrar en cualquier cafetín de cualquier barrio árabe, a un grupo de musulmanes que, ensimismados, se pasaban la pipa de marfil de la que brota el oloroso humo de los sueños.
Aunque ni en el Corán, ni en la Sunna (conjunto de tradiciones) mencionan al cáñamo, en árabe del siglo XI la planta se llamaba bangah –nombre casi idéntico al sánscrito bhang– y se aconsejaba en farmacopea para diversos usos específicos, y también como droga lúdica. Cuando es asociada con el opio y, otras veces, con bebidas alcohólicas, se da entonces en forma líquida (como el “vino especial” de Las Mil y Una Noches) y no sólo se usa como marihuana o hachís consumible por inhalación o ingestión.
Rhases, el galeno árabe, le atribuye capacidad para hacer frente a casos graves de melancolía y epilepsia. En usos extraterapéuticos, durante la época clásica del Islam, fue droga de grupos determinados por fe religiosa y condición social: campesinos, jornaleros y siervos urbanos la preferían, y es por eso que haschisch al-harafish, “hierba de los truhanes”, es también haschisch al-fokora, “hierba de los fakires”, usada para la danza extática y la meditación sufí. (Sufismo: doctrina mística del Islam que tuvo su origen en el siglo VII).
El criterio predominante, al menos hasta mediados del siglo XIII, lo expresa Al- Ukabri –un erudito en lírica y leyes– a través de un pequeño tratado sobre la droga: “Has de saber que la ley Islámica no prohíbe el consumo de fármacos cordiales, con efectos como los del hachís. Y puesto que no hay noticia alguna sobre su ilicitud, el pueblo considera que está permitido usarla, y la usa”.3
Escribe Juan Sebastián, historiador de las drogas, que cualquiera de estos grupos puede servir de ejemplo para comprender la decadencia de los países árabes. El Islam ha sido combatido por las armas, pero sólo el hachís ha logrado barrer todo su poderío. Todas las ansias de poder las han depositado los árabes en esa droga cuyo humo calma su innata imaginación y les predispone a la quietud. El Islam ha abandonado, en gran parte, sus ansias de conquistar nuevas tierras, porque tiene en sus manos el más prodigioso de los reinos, un reino etéreo que pueden conquistar sin esfuerzo, simplemente aspirando de la boquilla de una pipa de marfil. Y son felices en ese nuevo reino que les ha otorgado su droga preferida; hablan despiertos, viven en otras regiones de las que no quieren, ni pueden, descender. Y así van arruinando, no sólo sus vidas, sino también la vida de toda una raza, que se ha sumergido en un mundo impalpable pero subyugador.4
Cifras oficiales, siempre muy por debajo de la realidad, calculan en más de doscientos millones el número de personas que utilizan el hachís. Y de este total, la mayoría son árabes. De ahí que la Liga de Estados Árabes haya creado una comisión permanente, a la cual se ha encargado la misión de desterrar el hachís del Islam.
Pasando a Europa, los primeros estudios de la marihuana fueron hechos por los sabios que en 1798 acompañaban a Napoleón Bonaparte en Egipto (Silvestre de Sacy, Rouyer y Desgenettes). Ellos se entregaron sobre el terreno, a fructuosas observaciones, y se llevaron muestras que Lamarck analizó en París a finales del siglo XVIII.5
En 1800, Bonaparte prohibió usar hachís en todo Egipto, para evitar “delirios violentos y excesos de toda especie”. El principal objetivo de esta ordenanza era despertar la curiosidad de algunos médicos franceses.
Para 1839, el Dr. O’ Shaughnessy, profesor británico que enseñaba en Calcuta, India, publicó el primer artículo sobre propiedades analgésicas, antiespasmódicas y relajantes musculares del cannabis. En los sesenta años siguientes se editaron más de cien estudios científicos sobre esta planta y sus propiedades. Hasta 1937, cuando fue prohibido, en Estados Unidos, era el componente obligatorio en más de treinta preparados farmacéuticos. Durante décadas, todos los trabajos sobre sus usos curativos fueron congelados.
Considerando que el cáñamo es un modo de conocer la mente, y puede ser objeto de investigación científica, el siquiatra J. Moreau de Tours acabó rodeado por un grupo de escritores y artistas –el club des hachischiens–, donde aparecen Gautier, Charles Baudelaire, Delacroix, Nerval, Verlaine, Rimbaud, Víctor Hugo e incluso Balzac.
El resultado más duradero de sus sesiones serán varios artículos de Baudelaire, publicados bajo el nombre genérico de Los paraísos artificiales. En 1857 H. y T. Smith lograron concentrar el primer elemento activo de la marihuana con la ayuda de un álcali. Comprobaron que el residuo estaba desprovisto de nitrógeno, contrariamente a la mayoría de los alcaloides conocidos. Más tarde, Cahn obtuvo ese elemento activo al que en estado puro, se le dio el nombre de canabinol.
Todd y Addams continuaron sus trabajos y aislaron otro alcaloide, el canabidiol. El canabidiol no produce ninguno de los efectos sicológicos de la marihuana. Hay que añadirle cuatro átomos de hidrógeno para hallar de nuevo las propiedades activas.
La dificultad de dominar un alcaloide puro, problema planteado a los químicos, arrojó a la marihuana de la psicofarmacología moderna, tras los ensayos intentados por el doctor Moreau de Tours en 1845 para tratar las alucinaciones por medio del hachís.6
Continuando con el siglo XIX, entre médicos, el prestigio del fármaco no llegó a establecerse en medida remotamente parecida a la de otras drogas. Era una sustancia tosca, cuyo principio activo estaba sin descubrirse, propia de medicinas primitivas, aunque algunos facultativos recomendaron láudanos (preparado farmacéutico a base de opio) pero de hachís como analgésico, hipnótico y antiespasmódico. El propio Federico Nietzsche empleó algunas veces la sustancia, y quedó convencido de que permitía acercarse a “la prodigiosa velocidad de los procesos mentales”. Pero ningún texto del período tendrá la solidez de los siete volúmenes de la Indian Hemp Drugs Commission, publicados por el gobierno inglés en 1894; su informe termina así:
“Considerando el tema de una forma general, cabe añadir que en la India el uso moderado de hachís y marihuana es la regla, y que el uso excesivo resulta excepcional. El uso moderado no produce prácticamente ningún efecto nocivo, y el trastorno que produce un uso excesivo se limita casi exclusivamente al mismo consumidor: el efecto sobre la sociedad es rara veces apreciable”.7
Según los gustos y los países, se utiliza: la resina, que contiene cerca de 40% de elemento activo, o las flores y las hojas cuyo porcentaje raramente excede de 10 por ciento. En Nepal, por ejemplo, se contentan con frotar las cabezas de cáñamo entre las manos, aquellas se caen sobre el borde de un tonel metálico. Las flores y las hojas destinadas a ser fumadas se secan simplemente a la sombra, frotándolas entre las manos y fragmentándolas en pedazos muy finos.
La marihuana que se fuma, come o bebe puede ser objeto de muchas preparaciones: en India se hacen diferentes bebidas como el bhang, al que se añade pimienta, aromáticas y azúcar, el poust se prepara con agua, el louki con alcohol y la mourra con tintura de opio.
En Tíbet, los dugpas beben en copas labradas en cráneos humanos, momea es una mezcla de grasa humana fundida y de resina de la marihuana.
En Irán se prefiere la marihuana en tortas, preparadas con mantequilla y esencia de rosas.
En Medio Oriente se toma madjoun (mezcla de hachís, opio, nuez vómica –semilla que contiene estricnina– y datura –planta solanácea muy tóxica–); el dawamesk, mermelada semejante al rahat loukoum, hecha de hachís, almizcle, canela, pistacho y azúcar. Los escritores franceses Charles Boudelaire y Teófilo Gautier probaron esta mermelada.
Hay algunos occidentales entregados al hachís que han adquirido la costumbre de servirse de la droga como condimento y espolvorean comidas y salsas con polvos de marihuana. Otros, a ejemplo de los orientales, hacen pastelería, como se ha observado en Estados Unidos.
Egipto conoce el chastri, bebida hecha de hachís, azúcar, raqui (aguardiente de arroz fermentado) y aromáticas; pero en el resto de África se fuma, sobre todo la marihuana.
En Túnez, con el nombre de takrouri, y en Marruecos, como kif (denominación de la marihuana en Francia), mezclado con tabaco, era vendido lícitamente por una compañía tabacalera.
En Argelia, la marihuana denominada “cáñamo del Atlas” se mezcla corrientemente con tabaco soufi cultivado en el Sur. Durante la colonización francesa (1827), el cultivo del cáñamo, prohibido, se hacía clandestinamente en las regiones de Relizane y de Tiaret y en los montes de Ouled Nail. Poco antes de la guerra de Independencia, existía en Argel su capital, un café moro con la fachada pintada de azul, conocido con el nombre de “café de los fumadores”. Se podía ver allí cabileños (beduinos o bereberes) y árabes que fumaban cigarrillos o pipas de kif al propio tiempo que bebían tranquilamente café o té, sin que la policía local se diera por aludida.
En el Sahara, en las mezquitas de los senusis (musulmanes cismáticos, miembros de la cofradía fundada contra los europeos en 1846) la sibsi, pipa de arcilla en que se fuma el kif, corría de mano en mano, las noches de fiesta, hasta el éxtasis religioso.8 El papel de la marihuana, en este sentido, puede ser observado en varias regiones del África negra. A finales del siglo XIX, Kalanga Mukenge, jefe de una tribu baluba situada en el Congo, enardeció a las muchedumbres con sus encendidos sermones. Incluso, destruyó los ídolos nativos e instauró el culto a la marihuana. En los días festivos, en la plaza de la aldea se instalaba una pipa gigante, a la cual los habitantes, uno tras otro, daban una larga chupada de hachís hasta el desvanecimiento y la fusión espiritual en el “gran todo”. (Brau).
En otras partes del Congo y lo mismo en Liberia, se fuma el cáñamo (djamba) en calabazas vacías. En Botswana y en el sudoeste africano, los cafres (pueblo no musulmán) observan hábitos como: meter en hoyos abiertos en la tierra una mezcla de marihuana y de estiércol que tapan con una especie de casquete semiesférico de arcilla. El calor de la fermentación produce una combustión lenta del cáñamo, cuyo humo aspiran ellos a través de conductos de ventilación.
En la República Sudafricana, el gegga, marihuana local, es de uso ancestral, la costumbre de fumarlo comienza a propagarse por la población blanca, pese a los esfuerzos del gobierno de Pretoria. En las antiguas colonias inglesas del África Occidental, donde el cáñamo era desconocido en otros tiempos, el canabismo ha sido introducido, tras la Segunda Guerra Mundial, por los soldados del ejército de Oriente.
En Europa, el uso de la marihuana se limitaba a los países mediterráneos y adriáticos: Turquía europea, Grecia (país productor de cosechas reconocidas), Albania, antigua Yugoslavia y Sicilia. Ahora, como observaremos en el mapa, está extendido a otras regiones. En algunas partes, el canabismo es el hábito de minorías étnicas (chipriotas, en Londres; armenios y árabes en París), o sociales (bohemios, beatniks y músicos de jazz).
Mapa 1. Cultivo de cannabis en el mundo
En París nada es tan fácil como conseguir hachís a precios del sencillo al doble. Los centros del tráfico están situados en los barrios árabes, aunque hay un gran número de revendedores en Montparnase y Saint-Germain des-Près.
En América Latina podemos citar con Jean-Louis Brau, que de México se exporta clandestinamente para Estados Unidos, donde su auge ha sido muy notorio pese al uso de la heroína y del ácido lisérgico, su cultivo también ha aumentado en zonas, particularmente como California y Nueva York. En la década del setenta las reuniones para fumar marihuana se componían de artistas y estudiantes.
“La marihuana, aún siendo una de las drogas mayores menos peligrosa para un hombre sano, puede convertirse en plaga social en los países en que reina la subalimentación y las enfermedades endémicas. El entregado al hachís empedernido se conoce por sus mejillas pálidas, su cutis terroso. El cabello pierde su brillo, las uñas se tornan quebradizas. La caries dental y la caída de los dientes hacen difícil la alimentación normal”.9
Todos sabemos que el siglo XX, introdujo el aspecto del poder económico con gran fuerza, a diferencia del siglo XIX, en el que importaba más el factor social, bohemio, farmaceuta y médico, sin embargo podría afirmarse que el valor de uso por cuestiones culturales o médicas, dio paso al valor de cambio por motivos económicos. Además, el anterior siglo tuvo otras grandes características como: las guerras mundiales, el avance de la ciencia, la técnica, la tecnología y los medios de comunicación, entre otras.
El químico Mechoulam, de la Universidad de Jerusalén, en 1964, aisló el principio activo del vegetal, el tetrahidrocannabiol, THC, logrando explicar sus mecanismos de acción. Para 1971, algunos documentos secretos dejaron de ser materia reservada y se reiniciaron investigaciones acerca del THC, al cual se le responsabiliza de la mayoría de los caracteres psicoactivos del cannabis. Para Tigani el Mahi, experto de la Organización Mundial de la Salud, el cannabis está extendido por cuatro continentes. Es también la droga más antigua. Su uso por los músicos del Jazz o por los beatniks, hace del cáñamo junto con el ácido lisérgico (LSD), la droga más moderna, la más en boga.
Sin embargo, en el siglo XXI, el cannabis es el más difundido en Oceanía. El cultivo ilícito de sus plantas en Australia parece estar ampliándose, y se ha producido un notable desplazamiento de las zonas de cultivo en exteriores, al cultivo en interiores.
Este país es también un mercado clave del cannabis cultivado en Camboya y en Nueva Guinea; su erradicación se ha visto obstaculizada por las características montañosas y pantanosas del terreno.
Reiterando. Este vegetal crece en la mayor parte del trópico y en todas las zonas templadas del planeta. Hoy en día, elcannabis se cultiva de forma legal para uso textil y de forma ilegal para autoconsumo, siendo así la más extendida en el mundo.
El modo más usual de consumirlo es fumándolo, es poco frecuente que se ingiera, pero existen libros de cocina delcannabis y es una opción cada vez más popular.
Utilizado de este modo es más peligroso, y si se consume en exceso puede tener consecuencias trágicas.
SIGLO XXI: MAPAS
Mapa. CANALES DE EXPORTA CIÓN EN ÁFRICA
El mapa muestra no sólo las rutas de exportación sino también las de importación. El Continente olvidado es un espacio idílico para los traficantes. La falta de recursos en los gobiernos para controlar las sustancias que entran y salen de sus países, la alta corrupción de los funcionarios públicos y la pobreza de la población, que no tiene más recursos de los que gana por la venta de sus cosechas de cannabis, por ejemplo, hace que la persecución de la droga sea casi imposible.
Mapa 2. Canales de exportación en África
2. Como vemos en el mapa 1:
- El cannabis es objeto de mayor tráfico y uso indebido en África.
- La región de América central y el Caribe se utiliza cada vez más para el trasbordo de cocaína y cannabis procedente de Suramérica con destino a Estados Unidos y Europa.
- El cannabis procedente de Afganistán y Pakistán es también objeto de contrabando a través de muchos países de la región.
- El cannabis sigue siendo la droga más popular en Canadá, Estados Unidos y México.
- La disponibilidad de cannabis ha aumentado considerablemente en Europa.
Para finalizar. Si el alcohol ha sido la droga histórica de Occidente, de Turquía, a la India, pasando por Irán, el protagonismo lo ocupan los derivados del cannabis como la marihuana o el hachís y los de la adormidera, como el opio.
El peligro más grave al considerar históricamente el asunto de las drogas es, sobre todo, adoptar una visión etnocéntrica, que aísle los problemas de su contexto, porque la utilización ritual de ciertas sustancias, no siempre ni en todas las sociedades ha supuesto problemas de drogadicción.10 En resumidas cuentas como decían Louis Laloy y Claude Farrère, el uso del cáñamo es cuestión de moderación y prudencia. Y reza un proverbio marroquí, EL KIF ES
COMO EL FUEGO: POCO, CALIENTA; MUCHO, QUEMA.
NOTAS
1 Jean- Louis Brau. Historia de las Drogas, pp. 167-169.
2 Juan Sebastián. Las drogas, p. 71.
3 Escohotado. Las drogas. De los orígenes a la prohibición, p. 36.
4 Juan Sebastian. Las drogas, pp. 72-74.
5 Jean Louis Brau. Op. cit., p. 159.
6 Jean-Louis Brau. Op.cit. p. 160.
7 Escohotado. Op. cit., p. 81.
8 Jean-Louis Brau. Op. cit., pp. 160-163.
9 Jean-Louis Brau, pp. 165-166.
10 Francesc Freixa i Santfeliu. El fenómeno droga, p. 11.
BIBLIOGRAFÍA
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Escohotado, Antonio. (1996). Historia elemental de las drogas. Barcelona: Anagrama, Colección Argumentos.
________. (1994). Las drogas. De los orígenes a la prohibición. España: Alianza Editorial.
________. (1999). Historia general de las drogas. España: Espasa-Calpe.
Feixa i Santfeliu, Francesc. (1984). El fenómeno droga. España: Aula Abierta Salvat No. 1.
McKenna, Terence. (1993). El manjar de los dioses: la búsqueda del árbol de la ciencia del bien y del mal. Una historia de las plantas, las drogas y la evolución humana. España: Paidós.
Sebastián, Juan. Las Drogas. (1975). Barcelona: Editorial Bruguera, S.A.
Tokatlián, Juan Gabriel. (1995). Drogas, dilemas y dogmas. Estados Unidos y la narcocriminalidad organizada en Colombia. Colombia: Tercer Mundo.
Vargas, Ricardo (Compilador). (1994). Drogas, Poder y Región en Colombia. Santafé de Bogotá: Cinep.
Wolfgang Schivelbusch. (1998). Historia de los estimulantes (El paraíso, el sentido del gusto y la razón). Barcelona: Anagrama. Colección argumentos No. 160.
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