Chamanismo y enteógenos
(Tiempo estimado de lectura: 14 minutos)Fuente original: Farmaka y enteógenos no dejéis de visitarla!
Es en la chamanismo siberiano moderno centrado en la amanita muscaria donde Gordon Wasson encuentra un especia de fósil del antiquísimo substrato extático-chamánico en el cual tendrían también sus raíces los ritos védicos de inicios del segundo milenio a. C. El mismo M. Eliade (1960: 314 ss) había ya señalado los indicios de chamanismo que se hallan presentes en los Vedas.
Por su parte, el antropólogo W. La Barre (1970) ha argumentado un origen común del uso de alucinógenos en los contextos rituales del Nuevo y Viejo Mundo en el chamanismo prehistórico euroasiático. La diferencia entre ambas situaciones radicaría en que, mientras que en el Viejo Mundo el Neolítico y los posteriores desarrollos socioeconómicos e ideológicos fundamentales produjeron cambios profundos en las viejas religiones y en ocasiones su supresión total, como en el caso del chamanismo extático asociado a las plantas inductoras de visiones que desapareció en sus aspectos más específicos erradicado por las nuevas religiones estatales, en el Nuevo Mundo se da, por el contrario, debido a una evolución histórica distinta, la supervivencia de un chamanismo esencialmente paleomesolítico euroasiático que los antiguos cazadores de grandes anima
les llevaron consigo desde el Asia nororiental.
El chamanismo y las funciones y poderes del chamán.
Como señala P.T. Furst (1976: 19), los sistemas simbólicos de los pueblos cazadores de cualquier parte del mundo, y de muchas de las sociedades aldeanas más simples -añado por mi parte- son esencialmente chamánicos y comparten tantos rasgos básicos sobre el tiempo y el espacio que sugieren orígenes históricos y psicológicos comunes. Aunque originariamente el término chamán, literalmente “el que sabe” según una posible etimología o “aquel que está excitado” según otra, se conoció y difundió a partir del estudio del chamanismo siberiano moderno, su alcance es mucho más amplio, convirtiéndose en una palabra transcultural. Los chamanes son individuos a quienes socialmente se les reconoce capacidades especiales para entrar en contacto con seres espirituales y controlar las fuerzas sobrenaturales. A pesar de este reconocimiento social no suelen actuar como especialistas a tiempo completo, y lo más normal es que además ejerzan otras ocupaciones, similares a las del resto de las personas de su comunidad.
Hay una estrecha relación entre las prácticas chamánicas y la búsqueda individual de visiones. Normalmente los chamanes son personas psicológicamente predispuestas a las experiencias de trance extático. Solo una pequeña parte de sus conocimientos, como los que adquiere sobre las hierbas y plantas de virtudes mágicas, procede de técnicas de aprendizaje tradicionales. El resto no es fruto del estudio y la observación, sino de la experiencia del trance, que le permitirá volar hacia la esfera celeste o descender al mundo inferior, comunicarse con los espíritus, a los que en ocasiones violenta o engaña para conseguir sus fines, adquirir el lenguaje y el dominio sobre los animales, pudiendo incluso transformarse en uno de ellos, así como la clarividencia.
Como experto, el chamán domina las técnicas de la magia, la adivinación y la curación (Eliade: 1960; Rutherford: 1989) y es, al mismo tiempo, el aglutinador de los impulsos extáticos de la comunidad a la que pertenece. Como tal ejerce una función culturalmente integradora de las percepciones de lo sobrenatural, dándolas un sentido concreto dentro del funcionamiento social del grupo, al que no es tampoco extraño su defensa contra las fuerzas sobrenaturales de carácter maléfico (Eliade, 1960: 387 ss). Una de sus funciones más importantes, junto a la de sanador y adivino o clarividente, es la de acompañar al espíritu de los difuntos a su lugar de descanso en el más allá. El chamán actúa entonces como psicopompo o “conductor de almas”.
Los chamanes desempeñan también un papel importante en el mantenimiento de la ley y el orden en sociedades preestatales culpando de las desgracias a chivos expiatorios que pueden ser matados o expulsados sin dañar la estructura de la unidad social.
Las visiones y el trance chamánico.
Todo el complejo chamanista incluye alguna forma de experiencia de trance
durante el cual se aumentan los poderes del chamán. Una forma frecuente de trance chamánico es la posesión, la invasión de su cuerpo por un espíritu. Mientras está en trance el chamán puede actuar como medium, trasmitiendo mensajes de los antepasados. En otras ocasiones, con la ayuda de los espíritus amistosos, los chamanes predicen acontecimientos futuros, descubren objetos perdidos, identifican la causa de la enfermedad, prescriben curas y dan consejos sobre cómo protegerse de las intenciones malvadas de los enemigos.
Cualesquiera que sean el poder, el prestigio y el dominio que tenga el chamán, sin duda surgen de su más importante y único don: la habilidad en lograr el trance con el cual establece contacto con los espíritus. Aunque invisible para los demás el espíritu se cuelga en las espaldas del chamán o se coge a su cuello. Según los texto a antiguos ésta era, precisamente, la manera en que Apolo descendía sobre la Pitia, en el momento en que se producía el éxtasis profético. Ejemplos de trances en lo cuales el chamán y el espíritu invocado son como caballo y jinete se encuentran en todo el mundo y la terminología ecuestre es usada para describirlo cuando se dice que el chamán está “montado” por el espíritu. Como sostiene Rutherford, tales experiencias podían muy bien ser la base de los relatos medievales, en que se dice que Satán montaba en una bruja o un hechicero.
El método básico de la inducción al trance se basa en una combinación de la canción del chamán, el uso del tambor y la danza. Esto se reforzará con un rígido control de la respiración y, particularmente, con el uso de psicofarmacos. A pesar de que Eliade consideraba el uso de drogas como propio de un chamanismo degenerado y decadente que iba perdiendo el originario sentido de otras técnicas extáticas más complejas, los trabajos posteriores de autores como Harner, Furst o Schultes, han revelado lo incierto de tal apreciación. Tal y como sugiere el M. Harner (1976: 10) “Los escritos teórico han pasado por alto, en su mayoría, el hecho de que incluso este chamanismo implicaba muchas veces el uso de alucinógenos. Y así es posible leer libros enteros sobre el chamanismo o las religiones primitivas sin encontrar una sola mención a los alucinógenos, salvo al peyote. No obstante, si se investiga pacientemente por las bibliotecas, se pueden encontrar en muchas culturas pruebas arrolladoras del uso de estas sustancias en conexión con lo sobrenatural”.
Llegados a este punto, es preciso señalar otra vez, contrariamente a lo que en su momento pensaba Eliade, la estrecha relación existente entre el chamanismo extático y el uso de plantas provocadoras de visiones. Pero, tal y como ha observado P.T. Furst (1976 39 y 101-113): “todo el tema de las sustancias químicas en la naturaleza y su relación, real o potencial, con estados alternos de la conciencia es vasto y complejo. Se extiende hasta el origen de lo que Jung llamó arquetipos, temas universales que generan mitos en la tradición oral (especialmente el contenido sorprendentemente similar de la mitología funeraria, heroica y chamanística que existe en todo el mundo), el arte y la iconografía…”. Es en este sentido que puede resultar singularmente sugestiva la idea de Wasson en torno a los orígenes del Árbol de la Vida. Según este autor el mero concepto del Árbol de la Vida y de la Hierba Maravillosa que crece en su base puede tener muy bien su génesis en la relación micorrizal entre la amanita muscaria y determinados árboles, como el abedul y el pino. La cuna de este arquetipo habría sido, por tanto, el bosque del cinturón asiático en tiempos prehistóricos desde donde se había extendido posteriormente hacia Mesopotamia y el Cercano Oriente.
La serpiente, por otra parte, aparece muy frecuentemente asociada a las raíces del Arbol del Mundo, y también resulta bien conocida la relación existente entre el papel, practicamente universal, de la serpiente en la simbología chamánica y las visiones provocadas por la ingestión de alucinógenos de origen vegetal en este mismo contexto (Harner: 23, 26, 167 y 171). También es conocida la relación de las serpientes con las artes medicinales que, con el chamanismo, emergieron conjuntamente de los primitivos universos mágicos y herbarios (Budge, 1978). Así, se vincula al médico, o más bien al farmacólogo, aunque es dudoso que originariamente tal distinción existiera, heredero especializado de una parte de los precedentes conocimientos del chamán, como también al mago o al sacerdote, cuyas prácticas descienden también de aquel en última instancia.
Chamanismo y enteógenos
Es en la chamanismo siberiano moderno centrado en la amanita muscariadonde Gordon Wasson encuentra un especia de fósil del antiquísimo substrato extático-chamánico en el cual tendrían también sus raíces los ritos védicos de inicios del segundo milenio a. C. El mismo M. Eliade (1960: 314 ss) había ya señalado los indicios de chamanismo que se hallan presentes en los Vedas. Por su parte, el antropólogo W. La Barre (1970) ha argumentado un origen común del uso de alucinógenos en los contextos rituales del Nuevo y Viejo Mundo en el chamanismo prehistórico euroasiático. La diferencia entre ambas situaciones radicaría en que, mientras que en el Viejo Mundo el Neolítico y los posteriores desarrollos socioeconómicos e ideológicos fundamentales produjeron cambios profundos en las viejas religiones y en ocasiones su supresión total, como en el caso del chamanismo extático asociado a las plantas inductoras de visiones que desapareció en sus aspectos más específicos erradicado por las nuevas religiones estatales, en el Nuevo Mundo se da, por el contrario, debido a una evolución histórica distinta, la supervivencia de un chamanismo esencialmente paleomesolítico euroasiático que los antiguos cazadores de grandes animales llevaron consigo desde el Asia nororiental.
El chamanismo y las funciones y poderes del chamán.Como señala P.T. Furst (1976: 19), los sistemas simbólicos de los pueblos cazadores de cualquier parte del mundo, y de muchas de las sociedades aldeanas más simples -añado por mi parte- son esencialmente chamánicos y comparten tantos rasgos básicos sobre el tiempo y el espacio que sugieren orígenes históricos y psicológicos comunes. Aunque originariamente el término chamán, literalmente “el que sabe” según una posible etimología o “aquel que está excitado” según otra, se conoció y difundió a partir del estudio del chamanismo siberiano moderno, su alcance es mucho más amplio, convirtiéndose en una palabra transcultural. Los chamanes son individuos a quienes socialmente se les reconoce capacidades especiales para entrar en contacto con seres espirituales y controlar las fuerzas sobrenaturales. A pesar de este reconocimiento social no suelen actuar como especialistas a tiempo completo, y lo más normal es que además ejerzan otras ocupaciones, similares a las del resto de las personas de su comunidad.
Hay una estrecha relación entre las prácticas chamánicas y la búsqueda individual de visiones. Normalmente los chamanes son personas psicológicamente predispuestas a las experiencias de trance extático. Solo una pequeña parte de sus conocimientos, como los que adquiere sobre las hierbas y plantas de virtudes mágicas, procede de técnicas de aprendizaje tradicionales. El resto no es fruto del estudio y la observación, sino de la experiencia del trance, que le permitirá volar hacia la esfera celeste o descender al mundo inferior, comunicarse con los espíritus, a los que en ocasiones violenta o engaña para conseguir sus fines, adquirir el lenguaje y el dominio sobre los animales, pudiendo incluso transformarse en uno de ellos, así como la clarividencia.
Como experto, el chamán domina las técnicas de la magia, la adivinación y la curación (Eliade: 1960; Rutherford: 1989) y es, al mismo tiempo, el aglutinador de los impulsos extáticos de la comunidad a la que pertenece. Como tal ejerce una función culturalmente integradora de las percepciones de lo sobrenatural, dándolas un sentido concreto dentro del funcionamiento social del grupo, al que no es tampoco extraño su defensa contra las fuerzas sobrenaturales de carácter maléfico (Eliade, 1960: 387 ss). Una de sus funciones más importantes, junto a la de sanador y adivino o clarividente, es la de acompañar al espíritu de los difuntos a su lugar de descanso en el más allá. El chamán actúa entonces como psicopompo o “conductor de almas”.
Los chamanes desempeñan también un papel importante en el
mantenimiento de la ley y el orden en sociedades preestatales culpando de las desgracias a chivos expiatorios que pueden ser matados o expulsados sin dañar la estructura de la unidad social.
Las visiones y el trance chamánico
Todo el complejo chamanista incluye alguna forma de experiencia de trance durante el cual se aumentan los poderes del chamán. Una forma frecuente de trance chamánico es la posesión, la invasión de su cuerpo por un espíritu.
Mientras está en trance el chamán puede actuar como medium, trasmitiendo
mensajes de los antepasados. En otras ocasiones, con la ayuda de los espíritus amistosos, los chamanes predicen acontecimientos futuros, descubren objetos perdidos, identifican la causa de la enfermedad, prescriben curas y dan consejos sobre cómo protegerse de las intenciones malvadas de los enemigos.
Cualesquiera que sean el poder, el prestigio y el dominio que tenga el chamán, sin duda surgen de su más importante y único don: la habilidad en lograr el trance con el cual establece contacto con los espíritus. Aunque invisible para los demás el espíritu se cuelga en las espaldas del chamán o se coge a su cuello. Según los texto a antiguos ésta era, precisamente, la manera en que Apolo descendía sobre la Pitia, en el momento en que se producía el éxtasis profético. Ejemplos de trances en lo cuales el chamán y el espíritu invocado son como caballo y jinete se encuentran en todo el mundo y la terminología ecuestre es usada para describirlo cuando se dice que el chamán está “montado” por el espíritu. Como sostiene Rutherford, tales experiencias podían muy bien ser la base de los relatos medievales, en que se dice que Satán montaba en una bruja o un hechicero.
El método básico de la inducción al trance se basa en una combinación de la canción del chamán, el uso del tambor y la danza. Esto se reforzará con un rígido control de la respiración y, particularmente, con el uso de psicofarmacos. A pesar de que Eliade consideraba el uso de drogas como propio de un chamanismo degenerado y decadente que iba perdiendo el originario sentido de otras técnicas extáticas más complejas, los trabajos posteriores de autores como Harner, Furst o Schultes, han revelado lo incierto de tal apreciación. Tal y como sugiere el M. Harner (1976: 10) “Los escritos teórico han pasado por alto, en su mayoría, el hecho de que incluso este chamanismo implicaba muchas veces el uso de alucinógenos. Y así es posible leer libros enteros sobre el chamanismo o las religiones primitivas sin encontrar una sola mención a los alucinógenos, salvo al peyote. No obstante, si se investiga pacientemente por las bibliotecas, se pueden encontrar en muchas culturas pruebas arrolladoras del uso de estas sustancias en conexión con lo sobrenatural”.
Llegados a este punto, es preciso señalar otra vez, contrariamente a lo que en su momento pensaba Eliade, la estrecha relación existente entre el chamanismo extático y el uso de plantas provocadoras de visiones. Pero, tal y como ha observado P.T. Furst (1976 39 y 101-113): “todo el tema de las sustancias químicas en la naturaleza y su relación, real o potencial, con estados alternos de la conciencia es vasto y complejo. Se extiende hasta el origen de lo que Jung llamó arquetipos, temas universales que generan mitos en la tradición oral (especialmente el contenido sorprendentemente similar de la mitología funeraria, heroica y chamanística que existe en todo el mundo), el arte y la iconografía…”. Es en este sentido que puede resultar singularmente sugestiva la idea de Wasson en torno a los orígenes del Árbol de la Vida. Según este autor el mero concepto del Árbol de la Vida y de la Hierba Maravillosa que crece en su base puede tener muy bien su génesis en la relación micorrizal entre la amanita muscaria y determinados árboles, como el abedul y el pino. La cuna de este arquetipo habría sido, por tanto, el bosque del cinturón asiático en tiempos prehistóricos desde donde se había extendido posteriormente hacia Mesopotamia y el Cercano Oriente.
La serpiente, por otra parte, aparece muy frecuentemente asociada a las raíces del Arbol del Mundo, y también resulta bien conocida la relación existente entre el papel, practicamente universal, de la serpiente en la simbología chamánica y las visiones provocadas por la ingestión de alucinógenos de origen vegetal en este mismo contexto (Harner: 23, 26, 167 y 171). También es conocida la relación de las serpientes con las artes medicinales que, con el chamanismo, emergieron conjuntamente de los primitivos universos mágicos y herbarios (Budge, 1978). Así, se vincula al médico, o más bien al farmacólogo, aunque es dudoso que originariamente tal distinción existiera, heredero especializado de una parte de los precedentes conocimientos del chamán, como también al mago o al sacerdote, cuyas prácticas descienden también de aquel en última instancia.
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